LOS TESOROS OCULTOS DE LA TIERRA


Desde la más remota antigüedad se ha considerado el oro como uno de los metales más preciosos. De él se han hecho las coronas de los reyes y emperadores, así como todo género de valiosísimas joyas, aderezos y artísticos vasos. De oro son también las monedas de más valor que circulan en todas las naciones del mundo. Con oro puede adquirirse todo lo comprable.

La posesión de este metal suele hacer poderosas a personas privadas de otras cualidades para triunfar en la vida, y la falta de él puede anular a hombres dotados de talento natural.

Con ayuda del oro puede hacerse mucho bien, y el no tenerlo ocasiona frecuentemente enormes males.

Los hombres, en general, consagran su vida a honrados esfuerzos para poseer ese símbolo de riqueza y poder, y no pocos cometen acciones censurables, y hasta crímenes, en su empeño por alcanzarlo.

¿Qué es este poderoso valor? ¿De dónde procede? Es un metal que se extrae de la tierra, ni más ni menos que el plomo, el hierro y el estaño. Durante años y años empeñáronse unos sabios, llamados alquimistas, en fabricar este metal, en épocas en que era muy escaso en el mundo conocido. Gastaron sus fortunas y las ajenas, arruinaron sus vidas y murieron en la mayor miseria y abatimiento al ver fallidos sus intentos de convertir en oro los metales viles. Y, ello no obstante, en casi todos los países del mundo podía hallarse el oro en abundancia. La Naturaleza lo había ocultado en la tierra, como un tesoro enterrado, puesto a disposición del inteligente mortal que se empeñase en buscarlo, o del afortunado que tropezase con él. Hallamos oro en los ríos, en las tierras, hoy secanas y antiguamente regadas por corrientes de agua, y en las rocas.

No está limitado a Australia, o a California, o a África. Hay oro en las rocas de América, y nada tendría de particular que se encontrasen algún día grandes depósitos en algunos territorios de Europa, hoy desconocidos como auríferos. Así como en edades pasadas se extrajeron grandes cantidades de oro de las rocas galas, así creen los hombres entendidos que podrían muy bien descubrirse depósitos todavía mayores.