¿Cuál es el origen de las distintas clases de nieblas?


La gente no suele aplicar con acierto la palabra niebla, y es que, en realidad, necesitaríamos otra voz. Existe una especie de niebla muy espesa que viene a ser una nube que descansa sobre la superficie de la Tierra. Cuando, al elevarnos en la atmósfera, atravesamos una nube, experimentamos la misma sensación que al caminar por entre una espesa niebla. Estas nieblas son muy frecuentes en el mar, por la sencilla razón de que su elemento constitutivo es el agua, y en ninguna otra parte abunda tanto ésta. Pero no perjudican ni manchan nuestros cuerpos. El verdadero peligro que ofrecen es el impedir que los buques puedan ver por donde marchan, y se aborden unos a otros por no descubrirse a tiempo. Pero la niebla que se observa en algunas ciudades es cosa muy distinta: es debida al humo, principalmente. En ciertos estados especiales de la atmósfera, y en particular cuando su temperatura es bastante alta, el humo se eleva hacia el cielo, y es arrastrado por el viento sin que cause grandes daños, aunque, a decir verdad, el humo lleva siempre consigo la devastación y el estrago. Pero cuando el aire está frío, el humo se amontona y extiende formando una especie de neblina. Ésta interrumpe el tránsito, lo ensucia todo, aja las superficies de los más bellos edificios, especialmente en las grandes urbes industriales, donde abundan las chimeneas de fábricas, y determina dolencias en millares de individuos. Día llegará en que los hombres se admiren de que al presente seamos tan ignorantes que no sepamos evitarlo.