¿Quién enseña a los pájaros a construir sus nidos?


Responderemos lo mismo que si se nos hubiese preguntado que quién enseña a la araña a fabricar su tela. Aunque algo podremos decir sobre el particular, lo cierto es que, hasta ahora, nadie ha podido explicar de un modo satisfactorio cómo ciertos animales son capaces de hacer cosas tan admirables. En estos casos se ha convenido en decir que los impulsa el instinto, entendiendo por tal una fuerza misteriosa como la que hace que el gato, desde pequeño, trate de arañar a quien le molesta, y que los corderitos se escapen brincando si se los quiere agarrar. El niño ejecuta también una porción de actos instintivos; cuando comienza a andar, se agarra a los muebles para no caerse, por ejemplo, pero en él la inteligencia y la educación acaban por dominar sobre los impulsos instintivos. El animal, en cambio, hace las cosas sin ser educado. Hay muchos animales que tienen que ejecutar un trabajo extraordinariamente difícil sólo una vez en su vida, y nos consta de un modo indubitable que no lo vieron hacer nunca a otro animal. Jamás aprendieron, nunca practicaron y, sin embargo, lo hacen con toda perfección. Tal es el poder del instinto; tiene el inconveniente, sin embargo, de que los animales sólo pueden ejecutar aquello para que fueron creados; por esto la inteligencia es inmensamente superior al más admirable instinto.