¿Se oye realmente un sonido como el de las olas del mar en los caracoles marinos?


Esta creencia, que no deja de ser curiosa, no pasa, sin embargo, de una mera fantasía. Todo se reduce a que hay muchos que creen encontrar cierta semejanza entre el sonido de los caracoles marinos y el murmullo de las olas. En ello, en realidad, no hay nada censurable, y bien podemos perdonar al poeta que dijo que las conchas “murmuran todavía los sones que escucharon al nacer”. La palabra murmurar está muy bien aplicada, e imita con la mayor propiedad el sonido que representa.

Así, pues, los caracoles marinos son de aquellos objetos que tienen la propiedad de recoger y reforzar ciertos sonidos. La caja de un violín hace otro tanto: si la suprimimos y pulsamos las cuerdas sin ella, sólo obtendremos notas débiles, apagadas, desagradables. Estos objetos que tienen la propiedad de amplificar los sonidos se llaman “cajas de resonancia”, o simplemente, “resonadores”. Como ejemplos de ellos citaremos las cajas de los violines, los tornavoces o sombreros de los pulpitos de las iglesias, y los caracoles del mar.