LOS HOMBRES QUE DESCUBRIERON LA ELECTRICIDAD


Cuando el hombre aprendió a utilizar las potentes: energías de los fenómenos eléctricos en beneficio de la Humanidad, la civilización pudo cambiar su paso.

El siglo xvii puede tomarse como origen de los estudios sistemáticos de la electricidad; sin embargo, remontémonos más lejos en el tiempo.

Setecientos años antes de Cristo, un sabio llamado Tales de Mileto descubrió, no sin sorpresa, que cuando frotaba el ámbar con algún otro cuerpo, adquiría un extraño poder, semejante al magnetismo, pero con la diferencia de que el ámbar no atraía metales sino plumas y otros cuerpos livianos, tales como hojas secas, pajas, tejidos.

Un ilustre escritor, llamado Plinio, que nació el año 62 y murió hacia el 114 d. de J. C, escribió acerca del ámbar y sus cualidades, comparándolo con la piedra imán, cuyas propiedades eran ya bien conocidas entonces. Sabemos que la piedra imán es un mineral que transmite, por contacto o frotación, a una barra o una aguja de acero la propiedad de dirigir uno de los extremos hacia el polo Norte, y la de atraer a ciertos metales. Otra cosa sabía Plinio, y era que cierto pez puede producir descargas eléctricas lo suficientemente intensas para causar gran daño a una persona. Pero nunca le pasó por la mente que existiera la menor conexión entre el poder del ámbar, el pez y la piedra imán.

Hasta ya bastante avanzado el siglo xvi, no empezó el mundo a interesarse realmente por la electricidad. En aquella época, un tal Guillermo Gilbert, persona muy estudiosa y médico de cámara de la reina Isabel de Inglaterra, procedió personalmente a realizar ciertos experimentos con algunas sustancias, a fin de descubrir si, a semejanza del ámbar, adquirían, al ser frotadas, la extraña propiedad de atraer a otros cuerpos; logró así comprobar que muchas de ellas, como el azufre, el lacre, la goma, la resina, la sal gema y otros varios cuerpos poseen el poder de atraer los metales, las piedras, las tierras, los fluidos y aun el humo, cuando es espeso.