El patriarca de la literatura rusa: Le'on Tolstoi y su apostolado campesino


No son muchos los escritores cuyos nombres han recorrido el mundo en las ondas sonoras de la fama, y cuyos libros, traducidos a los más difíciles idiomas, adornan los escaparates de las librerías en las ciudades más remotas.

Entre esos elegidos se encuentra León Tolstoi, el escritor ruso. ¿Quién no ha leído aquellos cuadros magistrales de Rusia durante la invasión napoleónica en La guerra y la paz? ¿Y su inolvidable Ana Karenina? Si alguno no ha deleitado su espíritu con la prosa de ese prodigioso observador de la realidad, la maestría en la pintura de los detalles, el análisis de las situaciones anímicas y la emoción de sus dramáticas situaciones, es fácil, no obstante, que el cinematógrafo le haya anticipado en imágenes aquellas historias inolvidables.

Sin duda ese tesoro de conocimientos y observaciones que reflejan sus libros puede explicarse por la vida plena de alternativas de Tolstoi. Tuvo en la niñez una educación esmerada, pero en su juventud fue un estudiante rebelde, díscolo, inaplicado. Ingresó al ejército y llegó a comandante de división. Mas no era ése su destino y abandonó la carrera de las armas. Viajó por Suiza, Francia, Alemania, y se radicó finalmente en San Petersburgo, la actual Leningrado, y allí se consagró a las tareas literarias. Después fundó una escuela modelo para campesinos en su propiedad rural, Yasnaia Poliana. En su época de militar, y como pertenecía a la nobleza, frecuentó la alta sociedad rusa. Años después estuvo al lado de los sufridos mujiks. Tuvo así un panorama completo de la vida rusa.

Ya célebre, sufrió una intensa crisis moral, se dio a trabajar la tierra con sus propias manos y renunció a todos sus bienes. Después de la fatiga que le producía el trabajo físico continuaba escribiendo. Entonces publicó La sonata a Kreutzer, El poder de las tinieblas. Resurrección, Mis confesiones (autobiografía).

Tolstoi, Dostoievski y Gorki fueron los escritores eslavos que, en insuperable trilogía influyeron más en la literatura, no sólo occidental, sino del mundo entero. No han de decrecer jamás los admiradores fervorosos de sus inspiradas creaciones literarias.