Anatole France: erudición y perfección clásica en la novelística francesa


Se llamaba Jacques Anatole Thibault quien haría famoso, como una floración de la espiritualidad de su patria, el seudónimo de Anatole France.

Es muy extensa la lista de sus obras, de las que los críticos y el concurso de sus admiradores elegirían para sobrevivirlo, Las opiniones de Jerónimo Coignard, El figón de la reina Patoja y El crimen de Silvestre Bonnard.

En ellas, esmaltado a fuego, brilla su estilo con inimitable ironía y la irresistible atracción de su escéptica tolerancia hacia la flaqueza de los seres humanos.

Una de sus sátiras más intencionadas es La isla de los pingüinos, crítica acerba escrita sobre la sociedad contemporánea. Mereció el Premio Nobel en el año 1922.

Parisiense hasta lo más entrañable de su ser, France fue erudito, bibliófilo, indagó en los vericuetos de la filosofía, en los libros raros, en las cuevas de los anticuarios, y en los manuscritos extraños. Y su alma veneró cuanto representa en el mundo la exquisitez del arte.