ANIMALES QUE NOS VISTEN Y ALIMENTAN


La mayor parte de los animales nos son útiles en un sentido o en otro, como no tardaremos en ver; pero algunos, en especial, nos prestan tan inestimables servicios, que difícilmente nos sería posible la vida sin ellos. La leche y la carne con que nos alimentamos, y la mayor parte de los vestidos con que nos cubrimos, nos los dan los animales; de suerte que es una gran verdad que éstos nos alimentan y visten. En este capítulo trataremos de las ovejas y vacas que pacen en las praderas, de los cerdos que se ceban en las zahúrdas, de las cabras que triscan en los montes, de los ciervos que recorren las selvas y de los conejos que pululan en sus madrigueras. Algunos de estos animales nos son más útiles que otros; pero todos viven y trabajan en provecho del hombre, quien no puede prescindir de ellos sin sufrir graves perjuicios. No debemos jamás olvidar que estos animales fueron creados para nuestra comodidad y provecho, y que les está reservada en el mundo una importante misión.

Existen muchas variedades de ganado vacuno, pero todas ellas tienen dispuestos los dientes de un modo semejante. En América hay unas veinte razas distintas; mas, aunque se distinguen unas de otras por el tamaño, porte y mayor o menor desenvolvimiento de sus cuernos, todas tienen los dientes iguales, y todas utilizan la lengua casi tanto como los dientes para cortar la hierba que engullen.

En algún tiempo todo el ganado vacuno era salvaje, existiendo en aquella época ejemplares gigantescos de tamaño muy superior a los que hoy quedan; pero pronto empezaron los hombres a domesticar las castas que no eran demasiado bravas, y hace muchos miles de años que estos animales son buenos amigos nuestros.

Aquellas especies que no fue posible domesticar, erraban por los bosques o habitaban en las montañas. Pero en semejante estado no podían vivir en lugares cercanos a los habitados por el hombre, pues éste necesitaba los pastos para sus reses domesticadas, de suerte que las salvajes, o bien hallaron la muerte a manos de aquél, o perecieron de hambre. Al presente han desaparecido los rebaños salvajes de ganado vacuno en toda Europa, conservándose sólo algunos por pura curiosidad en cierto puntos de la Gran Bretaña. Lo propio ocurre en América, donde, sin embargo, existieron hasta fines del siglo pasado, principalmente en las pampas argentinas y en el Uruguay. Caracterizábanse los bueyes de estas regiones por sus cuernos lisos, cónicos, puntiagudos, encorvados hacia afuera y hacia adelante, por su pelo corto y de color rojo claro, generalmente, y por la gran agilidad de los machos.

Es tan grande la utilidad que el ganado vacuno presta al hombre, no sólo para las faenas agrícolas, sino también suministrándole carne, leche y pieles, que difícilmente podríamos pasarnos sin la mencionada clase de animales.