Las grandes piaras de pequeños cerdos salvajes


No disfrutan, por regla general, los cerdos de muchas simpatías. Solemos hablar de ellos como si fuesen los animales más desaseados y estúpidos del mundo; pero, a decir verdad, no es el cerdo más sucio que el rinoceronte y otros grandes animales que viven en terrenos pantanosos. El cerdo siente predilección por el fresco, y de aquí se ha deducido que le agrada vivir en las inmundas pocilgas; pero, en realidad, el hombre es el que le obliga a ser sucio, forzándolo a habitar en tan asquerosos lugares.

Es muy cierto que el cerdo come de todo, hasta carbón, por ejemplo; pero conviene no olvidar que es un animal tan voraz, que, por su gusto, estaría siempre comiendo, mientras permanece despierto; de suerte, que si no halla en su zahúrda cosas limpias que comer, devora lo que halla, por asqueroso y repugnante que sea, lo que hace que su carne, en estos casos, no sea muy apropósito como alimento para las personas.

Existen en el continente americano unos cerdos pequeñitos, llamados pécaris, que habitan en la América del Sur y la Central, y se extienden por la del Norte, hasta el estado de Tejas. Son negros, con una faja blancuzca a modo de collar. Su caza es muy divertida, pero a veces hallan en ella la muerte los perros, pues poseen aquellos animales unos colmillos afilados como puñales.

El jabalí de la India ataca al hombre y al caballo, y hasta al león y al tigre, y es tanto su vigor y tan dura su cerdosa piel, que obtiene con frecuencia la victoria. Una vez, un cazador encontró un tigre y un jabalí que habían estado luchando, hasta morir el uno al lado del otro.