La llama: único animal de carga en el imperio incaico


La llama habita en los Andes sudamericanos a más de dos mil metros de altura con respecto al nivel del mar. Se clasifica en la familia de los camélidos, siendo por tanto pariente cercano de los camellos a los cuales se parece, pero no tiene joroba. Es un animal de casi un metro de altura, de condición paciente y sumisa, y sólo se le encuentra hoy en estado de domesticidad y viviendo en manadas.

Es seguro, y lo corrobora el estudio de su lana, que los indios sudamericanos superiores, en especial los quechuas, en la época precolombina, la domesticaron, criaron y seleccionaron en forma racional con el fin de aprovechar la lana.

Al presente se la utiliza como animal de carga y por su carne. Además de ser fuerte y de soportar pesos de hasta 50 kilos, ofrece la gran ventaja de poder, en su calidad de animal de montaña, marchar con paso seguro por sendas difíciles. Además, por ser un camélido habitante de alturas, donde el pasto escasea, resulta un animal sumamente sobrio, y esto explica su preponderancia en el altiplano de Bolivia y en las tristes punas del norte argentino.

En aquellas altas regiones, donde otro género de ganado se sostiene tan difícilmente, la llama es una verdadera providencia pues sirve como animal de carga, para la obtención de lana y por su carne comestible. Antiguamente, antes de la conquista, los incas hicieron de ella un animal sagrado; se la encuentra representada en figuras votivas de barro y en objetos de plata y oro, y era utilizada para los sacrificios al sol. El indio de nuestros días, que comprende bien cuánto significa para él este animal lo ama y cuida con esmero:, no lo maltrata ni le pega nunca, y le habla con voz suave y cariñosa.

Vense allá grupos de llamas cargadas, adornadas con las borlas rojas que de sus orejas penden a manera de zarcillos; y detrás de ellas, marchando hasta hacer jornadas de seis o siete leguas, al quechua que las arrea animándolas con una cuerda de lana y con gritos característicos.

En casi todos los países existe un animal especial para el hombre. En los fríos territorios enclavados a muchos centenares y aun a millares de metros de elevación en Asia central, hállase el yac, que es el amigo de los habitantes del Tíbet. Tiene los cuernos largos y bellos, semejantes a los de los toros escoceses, pero sus piernas son cortas y su pelo es de gran longitud, en la región lateral de su cuerpo, donde cae cubriendo los costados y las patas. Conduciendo sobre su lomo una carga proporcionada a sus fuerzas, puede recorrer unos treinta kilómetros, considerable distancia si se tiene en cuenta lo quebrado y montañoso del país por el que viaja.

La leche de los yacs es nutritiva y sabrosa, y con su pelo fino se tejen telas, mientras que con las porciones más bastas del mismo se fabrican cuerdas y tiendas de campaña.