LAS REGIONES POLARES


El hombre ha demostrado siempre vehementes deseos de conocer todo lo posible el mundo en que vive, y especialmente sus más apartadas y ocultas regiones. Mirando un globo o un mapa y recordando la historia de los países, podemos llegar a comprender cómo han llegado a descubrirse los océanos y los continentes y cómo ha podido trasladarse al mapa aun la misma figura del mundo. Suscítase en nuestra memoria la antigua leyenda del viaje de exploración de Hércules por el Mediterráneo; la admirable historia de Marco Polo en Oriente; la de Cristóbal Colón y sus compañeros en Occidente; la de los grandes esfuerzos hechos por los exploradores en Asia Central, en África, y en América, todos los cuales unos tras otros, nos han llevado de la mano hasta las más ocultas regiones de nuestra casa, el mundo.

Cuantos han sido testigos de los sentimientos que conmueven el alma en estos descubrimientos confiesan unánimes que es inenarrable la alegría experimentada por el descubridor de un continente, de una playa, de un océano; alegría que reconoce por causa la satisfacción de ese natural deseo de conocer todos los lugares de la tierra.

Mas, por mucho que haya sido el esfuerzo realizado por descubrir todas las partes de la tierra, todavía se encierran secretos en las espaciosas y cristalinas regiones, situadas en los polos norte y sur del globo, en los extremos de la línea imaginaria que, pasando por el centro de nuestro planeta, forma el eje sobre el cual gira, como una rueda sobre el suyo, y en esta posición realiza su incesante viaje alrededor del sol. La lectura de la historia de la tierra, expuesta en otros lugares de esta obra, nos ayudará a entender mejor la de las regiones polares.

Hemos de reunir igualmente todos nuestros conocimientos acerca de la nieve y del hielo; de la intensidad del frío; de las dificultades con que tropieza el viajero para pasar los grandes campos de nieve y !os ventisqueros de los Alpes y del Himalaya, de las montañas del Tibet y de Alaska, y recordaremos después la profunda quietud de estas regiones del mundo. Entonces, juntando imaginariamente todas las comarcas nevadas de la tierra y multiplicando muchas veces su tamaño, su frío y su soledad, empezaremos a tener alguna idea de las cumbres heladas que rodean los polos, tan grande cada uno de ellos como todo el continente de Europa.

Ahora bien, si tenemos a la vista un globo o un mapamundi de manera que podamos comparar estas regiones polares, descubriremos gran diferencia entre ellas. En el Norte, veremos que los grandes continentes de Eurasia y América penetran considerablemente en el círculo ártico, y algunas vías de agua que pasan a cada lado de la inmensa isla de Groenlandia, otra en el estrecho de Bering, que penetra en el sombrío océano polar, sembrado de numerosas islas.