Cómo el rey Alfredo escuchó la historia del primer explorador polar


Trasladémonos un millar de años atrás, a presencia de Alfredo el Grande, rey de Inglaterra, para escuchar con él la historia de la primera expedido! ártica de que se tiene memoria. Ohthere, que había fijado su habitación en el punto más al norte de todos los normandos, se sintió tan dominado por la pasión de descubrir tierras, que llegó a no poder dormir, al pensar en los secretos que podían ocultarse en el desconocido Norte. Cediendo, por fin, a los impulsos de su alma, abandonó alegremente su rebaño, compuesto de seiscientos renos, y otras muchas riquezas, tomó el camino del Norte y, torciendo al Este, descubrió el Mar Blanco, el río Dwina y el cabo Norte.

Observemos con la imaginación las facciones del rey en el decurso del relato que hace Ohthere de las maravillas que vio, y cómo no puede menos de sonreír al oírle la descripción de las terribles tocas y sus nobles dientes. Pero el normando, para demostrar la verdad de su aserto, enseña en sus curtidas manos los dientes de foca que ha traído como presente al rey sajón; y Alfredo queda convencido, y prosigue tomando notas de la narración, hasta que al fin queda toda consignada en su libro.

Ohthere habló asimismo de los habitantes, en sumo grado hospitalarios, que encontró junto a la desembocadura del Dwina. En efecto, a pesar de le poco que promete este país limítrofe con el océano polar ártico, así ahora como en la época de Ohthere se halla poblado de no muy crecido número de hombres, mujeres y niños que viven dispersos por la anchurosa y temible llanura, pertenecientes a una antiquísima familia, quizás algo relacionados con los chinos. La mayor parte de ellos son esquimales, los cuales se hallan principalmente en las costas y en las islas del Norte de América. Otras tribus de la misma familia viven en las tundras asiáticas, desoladas regiones que permanecen heladas durante el invierno y forman un territorio pantanoso en verano.