El polo magnético no es un punto fijo, sino un punto en movimiento contínuo


Todas estas expediciones habían tenido como finalidad plantar sus respectivas banderas en el punto donde el día y la noche no se distinguen. Sin embargo, el 17 de junio de 1903 salió de Cristianía una expedición científica al mando del famoso capitán noruego Roald Amundsen, secundado por el teniente Hansen y siete hombres más. Amundsen enfiló su pequeño barco, el Gjóa, hacia el archipiélago polar americano. Durante cuatro años los exploradores soportaron crudos inviernos, pero consiguieron hacer penetrar el Gjóa en el estrecho que separa la Tierra Victoria de la costa americana, llegando así a la desembocadura del río Mackenzie. En pleno siglo XX, en regiones opuestas y bajo otras condiciones, se había repetido la hazaña de Magallanes: el problema del paso por el noroeste estaba resuelto.

Los resultados científicos de la expedición estuvieron a la altura de la importancia geográfica del descubrimiento. Desde Puerto Gjóa, fondeadero para sus invernadas, Amundsen realizó numerosos reconocimientos y pudo comprobar, por las variaciones de inclinación medidas con la brújula, y las de declinación comprobadas con magnetómetros, que el polo magnético no es un punto fijo, sino un punto en movimiento continuo. ¿Cómo se opera este movimiento? Se desconoce. Sólo nos queda esperar que nuevas observaciones den un poco de luz a esta cuestión.