El buque náufrago, que fue llevado a la deriva a un punto dinde nunca se había visto un ser humano


Mientras el Windward iba en busca de nuevas provisiones, tuvo lugar en aquellas apartadas tierras un encuentro singularísimo entre Jackson y Nansen. Este último explorador había reflexionado mucho sobre una ruta, que habían seguido, dejados a su propio impulso, los restos helados súbitamente de un buque náufrago. El hecho era notable: hundido el buque cerca de las islas de Nueva Siberia, de donde procede el marfil fósil, se habían hallado dichos restos en la costa sudoeste de Groenlandia, a los tres años de ocurrido el naufragio, y después de haber sido llevados a la deriva atravesando el Polo. A fuerza de reflexionar sobre este hecho, llegó a convencerse Nansen de que, si conseguía construir un buque capaz de resistir la enorme presión del hielo, le sería mucho más fácil llegar al Polo Norte, dejándose llevar por la corriente, que empeñándose en atravesar la difícil barrera helada, según habían intentado hasta entonces los exploradores.

Con este fin construyó el Fram -palabra, cuya traducción castellana equivale a Adelante- embarcó en él con sus compañeros y dio resueltamente la vuelta a la costa de Noruega; atravesó el Mar de Kara, cruzó el cabo de Chelyuskyn, la parte más septentrional de Asia, y se internó en las masas de hielo, en las cuales no tardó en helarse el Fram, tres meses después de haber salido de Cristiania,

La relación de cómo el Fram fue conducido suavemente por la corriente, cuan alegre y placenteramente pasaron el tiempo los expedicionarios, cuan encantadoras e íntimas fueron las fiestas que se celebraron, principalmente la de Navidad, parece algo así como una novela increíble, si recordamos el frío atroz, los terribles vientos, y la soledad del buque levantado materialmente por el hielo, hasta el punto de que casi podía verse su casco.