PAÍSES DE EUROPA CENTRAL: AUSTRIA, HUNGRÍA Y CHECOSLOVAQUIA


En la historia de Alemania hemos visto la inmensa importancia del recorrido que de Sur a Norte hace en Europa el Rin. Vamos ahora a tratar del que, en dirección Oeste-Este efectúa el caudaloso Danubio.

La longitud de este río es doble que la del Rin, pues desde su nacimiento en la Selva Negra, hasta su desembocadura en el mar Negro, donde forma un delta de considerable número de bocas, hay un recorrido de 3.200 kilómetros, durante los cuales unos cuatrocientos ríos de toda categoría contribuyen a aumentar el cauce del Danubio, a más de afluir también a él importantes corrientes de agua procedentes del deshielo de las enormes masas de nieve de los Cárpatos.

Hacia fines del siglo vii, cuando Carlomagno aspiraba a reunir en sus manos el reino de la Europa cristiana, proyectóse formar una provincia en el valle del Danubio, cerca de los límites de los Alpes del Este; esta provincia era la Marca oriental, situada en la frontera del imperio de Carlomagno, a manera de avanzada de los pueblos germanos, que luchaban continuamente contra las invasiones que; del Este y Noroeste efectuaban las razas eslavas. Esta provincia se llama todavía el reino del Este, pues tal es la significación de Ostereich o Austria. Y desde el centro de la Alta y Baja Austria, en el Danubio, extendieron sus gobernantes gradualmente sus dominios sobre los reinos de Bohemia y de Moravia, al Norte; transpusieron las montañas de los Cárpatos que circundan a Bohemia, hasta una extensa faja de terreno, denominada hoy Galitzia y situada al otro lado de las vertientes septentrionales de dichos montes. También hacia el Sur se ampliaron los dominios, incorporándose el Tirol, los Alpes del Este y las provincias entre el Danubio y el Adriático.

Durante seis siglos, la historia de Austria puede decirse que fue la de los tratados de una familia, la de los Habsburgo, con los países inmediatos. Cuando Rodolfo de Habsburgo fue designado, en el año 1282, para ponerse al frente de los Estados germánicos, como sacro emperador romano, pocos sospechaban el carácter resuelto del hombre que tanto había trabajado para restablecer la ley y el orden, y para el encumbramiento de su casa, la cual elevaron a un grado de mayor esplendor todavía descendientes suyos, tales como Maximiliano, Carlos V y otros, quienes, ya por medio de conquistas, ya por enlaces matrimoniales, adquirieron el Tirol, los Países Bajos y España con todo su vasto y rico dominio al otro lado de los mares.