ALGUNOS GRANDES DRAMATURGOS UNIVERSALES


Podemos considerar en el correr del tiempo a los trágicos griegos como los fundadores del teatro occidental; una brillante pléyade de autores de tragedias sobresale unos 500 años antes de Jesucristo, después que aquel pequeño y civilizado país de la Hélade vence en la guerra a los persas, cien veces más numerosos.

Una vez por año, de acuerdo con sus costumbres, celebraban las fiestas o juegos dionisiacos, en los cuales los mejores autores presentaban a concurso sus tetralogías, compuestas de tres tragedias y una comedia. Esquilo es el primero de ellos, que se atreve a hacer una innovación al introducir en escena un segundo actor que dialoga con el coro. Escribió unas noventa obras, de las que se han conservado tan sólo siete, las más famosas de las cuales son Prometeo encadenado y Los siete sobre Tebas. Los persas es un himno de amor patrio encendido en Maratón, Salamina y Platea, batallas en las que participó Esquilo cuando era joven. La acción de sus tragedias se desarrolla en un clima hondamente poético, dominado por el destino trágico de sus criaturas, la mayoría de ellas tomadas de los dioses del Olimpo. Puede afirmarse que Esquilo creó el teatro, al agregar el drama al cuadro lírico de la antigua escena dialogada de carácter religioso, como puede verse en este trozo de Prometeo encadenado, la más célebre de sus tragedias.

El corifeo - Sufres una indigna desgracia. Tu espíritu anda turbado y errante. Como un mal médico que cae enfermo, te desanimas y no puedes hallar la medicina que te cure.

Prometeo - Vas a asombrarte más oyendo el resto, los recursos y artes que imaginé. He aquí el principal. En otro tiempo, si alguien caía enfermo no tenía remedio alguno: ni alimento, ni ungüento, ni bebida. Se consumían por falta de medicinas, hasta que yo les enseñé las mixturas de los medicamentos con las que repelen todas las enfermedades. Clasifiqué las diferentes formas del arte adivinatorio. Fui el primero en distinguirles los sueños que han de realizarse, los sonidos cargados de oscuros presagios y los azares de los caminos. ¿Y quién osará decir que halló antes que yo los tesoros ocultos en el interior de la tierra, el cobre, el hierro, la plata y el oro? Nadie, bien lo sé, a menos que quiera mostrar vana jactancia. En una palabra lo sabrás todo a la vez: Prometeo proporcionó todas las artes a los mortales.

Sófocles es el autor excelso de los trágicos griegos. Se inicia su carrera con una tetralogía, con la cual es declarado vencedor de Esquilo. Escribió más de un centenar de tragedias, de las cuales también han llegado hasta nosotros tan sólo siete; las más conocidas son: Ayax, Edipo Rey, Antígona y Filóctetes. Sófocles introdujo en escena un tercer actor, y sus héroes son mucho más humanos que los de Esquilo, aunque menos grandiosos; dio al lenguaje dramático más naturalidad, ciñó el principio de la acción con la voluntad humana y creó el teatro de conflictos y pasiones. He aquí un episodio de Antígona:

Creonte - Entre todos los cadmeos tú sola miras así las cosas.

Antígona - Éstos comparten mi opinión; pero sellan la boca en tu presencia.

Creonte - ¿Y no sientes vergüenza de pensar distinto de ellos?

Antígona - No es vergüenza honrar a los que con una. han nacido en idénticas entrañas.

Creonte - ¿No era también de tu misma sangre el que pereció enfrente de aquél?

Antígona - De la misma sangre, hermano de padre y madre.

Creonte - ¿Cómo, pues, otorgas al uno honores que te hacen impía ante el otro?

Antígona - No atestiguará eso el cadáver del otro.

Creonte - Sí, pues lo honras lo mismo que al impío.

Antígona - Él no murió siendo su esclavo, sino su hermano.

Creonte - Murió devastando esta tierra, mientras que el otro la defendía.

Antígona - No obstante, Hades quiere iguales leyes para todos.

Creonte - Pero no que el bueno tenga la misma suerte que el malvado.

Antígona - ¿Quién sabe si entre los muertos mi acción se considera santa?

Eurípides se consagró en su juventud a la pintura y a la filosofía como discípulo de Anaxágoras y de Sócrates, respectivamente. Presentó a los concursos de las fiestas dionisiacas ochenta y ocho dramas, de los cuales han llegado a nuestros días diecisiete tragedias completas y fragmentos de otras. Eurípides ya no cree en los dioses del Olimpo, a los que hace actuar como hombres. Las más conocidas de sus tragedias son Andrómaca. Las suplicantes y Las heráclidas. Mientras Aristófanes trataba de ridiculizarlo en Las ranas, Menandro y Filemón lo preferían a Esquilo y Sófocles, y Aristóteles lo llamaba el trágico puro. Eurípides fue excelso en el análisis psicológico de la pasión amorosa e introdujo nuevos personajes para renovar los viejos mitos. Veamos unos diálogos de Electra:

Orestes - ¡Salud, anciano! (A Electra.) ¿Qué clase de amigo tuyo, Electra, es este viejo despojo de hombre?

Electra - Este hombre, huésped, fue el que crió a mi padre.

Orestes- ¡No digas! ¿Fue éste quien secuestró a tu hermano?

Electra - Fue éste quien lo salvó, si es que vive todavía.

Orestes - ¡Vamos! Que me examina como si fuera brillante sello de la plata. ¿Encontrará en mi alguna semejanza?

Electra - Bueno, invoco a los dioses. Ahora explícate, anciano.

El anciano - Contempla, hija, a éste que es el más caro de los hombres.

Electra - Hace rato que estoy sospechando que estás fuera de juicio.

El anciano - ¿Que ando fuera de juicio yo, que contemplo a tu hermano?

Electra - ¿Qué signo has visto en él que pueda persuadirme?

El anciano - La cicatriz en la ceja, que una vez se hizo al caer en casa de tu padre, persiguiendo un cervatillo.

Electra - ¡Qué dices! ¡Veo la marca de la caída!

El anciano - ¿Y tardas todavía en caer en sus brazos queridísimos?

Electra - ¡Ya no anciano! ¡las pruebas que me das convencen a mi corazón! (Electra y Orestes se abrazan.) ¡Al fin te vuelvo a ver! ¡Qué gloria inesperada!

Orestes - ¡Al fin ya te poseo!

Electra - ¡Y yo, que no quería creer!

Orestes - ¡Y yo, que no esperaba!

Electra - ¿Eres tú, pues?

Orestes - Sí, tu único aliado.