Corneille, Racine, Moliere: los tres grandes del teatro francés


Con el precepto aristotélico de las tres unidades: acción, lugar y tiempo, Pedro Corneille comienza en 1629 su carrera teatral. Después de estrenar El Cid se vislumbró su genio. Horacio, Cinna y Poliuto constituyen las primeras obras maestras del teatro clásico francés. Se cree que Corneille eligió sus personajes entre los héroes de la antigüedad clásica, no porque sean más humanos que los de otras civilizaciones, sino porque sus experiencias son aleccionadoras.

Juan Racine, clásico francés quo vivió en la misma época de Corneille, fue un admirador ferviente de la cultura griega y supo asimilar en sus tragedias la idiosincrasia de los personajes mitológicos -que se consideraban entidades morales-, haciéndoles cobrar una extraña humanidad y convirtiéndolos en seres reales, casi contemporáneos. En sus obras, como en las de los trágicos griegos, presentimos la invisible presencia del destino contra el cual no pueden luchar los personajes envueltos en sus pasiones.

He aquí un fragmento de la tragedia Berenice, donde dialogan Fenicia con Berenice:

Fenicia - Roma os mira, señora, con recelo Tito no os dio segura su palabra, y el rigor de las leyes me estremece: sus bodas los romanos con romanas sólo celebran, y a los reyes odian. Y Berenice es reina y no es de Italia.

Berenice - Pasó ya el tiempo en que temblar podía; Tito me quiere, y vencerá su imperio la voluntad adversa del Senado; coronará con flores todo el pueblo la imagen de este amor que nos enlaza ¿No están tus ojos de su gloria llenos?

En la misma época vivió Moliere, el más eminente autor de comedias de Francia. Nació en 1622, y se le llamó el Aristófanes de los tiempos modernos. Con algunos amigos formó una compañía que en 1655 representó en Lyon, con gran éxito, una de sus comedias. Puso de relieve en la escena el lado ridículo de la vida y de los caracteres humanos, y los satirizó velada y sutilmente. En El tartufo critica a la hipocresía; en El avaro zahiere en Harpagón el estigma de una pasión morbosa; El enfermo imaginario es una sátira implacable contra los médicos presuntuosos, y Las preciosas ridículas, una crítica a la sociedad elegante de su tiempo. Fue Moliere actor excelente y un comediógrafo excepcional por su poderosa vitalidad, que ha desafiado al tiempo; también un insuperable director de escena, tanto que no se concebía una representación en la corte sin su colaboración personal.

Veamos aquí un fragmento de El enfermo imaginario; pertenece a una escena en donde el aprensivo Argan es visitado por la joven Antonia, disfrazada de médico.

Argan - ¿Noventa años?

Antonia - Sí, señor. Los secretos de mi arte han conservado de este modo mi lozanía y vigor.

Arcan - ¡Por vida de...! ¡Vaya un jovencito de noventa años!

Antonia - Soy médico ambulante, que va de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, buscando materiales para sus estudios: enfermos dignos de ocupar mi atención y de emplear en ellos los grandes secretos de la Medicina, descubiertos por mí. Tengo a menos distraerme en menudencias, en enfermedades vulgares, en bagatelas como reumatismos, vapores y jaquecas... Yo busco enfermedades verdaderamente importantes: grandes fiebres continuas, con trastornos cerebrales; buenos tabardillos, grandes pestes, hidropesías ya formadas, pleuresías con inflamación de pecho, ésas son las enfermedades que a mí me gustan y en las que triunfo.