Algunos grandes dramaturgos de la Francia contemporánea


Henri Lenormand hizo un teatro de conciencia tras un profundo estudio del hombre: las criaturas que enfrentan al espectador son tipos torturados y le hacen pensar -no sin remordimiento- que muchos seres humanos pueden llegar a emular, sin desearlo, a los frustrados personajes que viven sus dramas íntimos sobre el escenario, ante el público.

En Lenormand el mal o el bien están por encima de la voluntad. Son algo inevitable como algunos fenómenos físicos de la naturaleza que le sirven a veces de marco o de símbolo en sus obras tal en El Simún o El decorador de sueños. Lenormand renovó la técnica teatral a través de varias obras compuestas por cuadros breves de ritmo vertiginoso, derivación de la influencia del cine como en Los fracasados. En El hombre y sus fantasmas advertimos la influencia del psicoanálisis. Las ciegas y desatadas fuerzas del destino parecen signar a sus personajes desventurados, atormentados, producto de una época de desesperación, he ahí el significado de Lenormand y su ejemplo de insobornable honestidad.

Jean Anouilh, nacido en 1910, es uno de los escritores teatrales con mayor sentido e intuición escénica. Es autor de muchas obras, algunas de las cuales clasificó en piezas rosas y piezas negras. Entre las primeras, comedias, señalemos Leocadia y Una cita en Senlis. Entre las segundas, dramáticas, El viajero sin equipaje y La salvaje.

Otra de las relevantes expresiones de la dramaturgia francesa es Armand Salacrou. Sus dramas, representados en todos los países de occidente por los conjuntos vocacionales de vanguardia, se han leído mucho en traducciones a varios idiomas. El desconocido de Arras, Las noches de la cólera, Una mujer libre, Los frenéticos, Atlas Hotel, Dios lo sabia, muestran en sus temas la trasposición artística de la época y plantean problemas del presente.