LA LUZ EN NUESTROS OJOS


Hemos hablado ya del cristalino del ojo; ahora debemos trazar el camino seguido por la luz después de haberlo atravesado, y decir lo que ocurre. Queda aún la mayor parte del globo del ojo por la cual ha de pasar la luz, sea ese globo largo o corto. Esta porción del ojo está enteramente llena de una especie de gelatina, formada por gran número de delgadas capas. Su nombre, humor vítreo, claramente indica que es como un pedazo de cristal; en cambio la sustancia que llena el espacio comprendido entre la córnea y el iris, el denominado humor acuoso, tiene todo el aspecto del agua.

En la parte posterior de este espacio, ocupado por el humor vítreo, se encuentra la retina, la membrana o cortina sensible, donde se hallan las importantísimas células nerviosas. Antes de proceder a su estudio, hemos de ver lo que ocurre a la luz a su paso por los cuatro diferentes medios; la córnea, el humor acuoso, el cristalino y el humor vítreo, que, como hemos dicho, se encuentra precisamente detrás del cristalino.

En primer lugar, debemos decir que, en estado de salud, todos estos medios son prácticamente transparentes, aunque no lo son por entero, pues sabemos que reflejan cierta cantidad de luz, puesto que si miramos a los ojos de una persona podemos ver una imagen formada por reflexión en la superficie de la córnea. Más importante que esta ligera pérdida de luz es el hecho de que existan, como algunas veces advertimos, manchas o lunares en nuestro campo visual, y decimos que tenemos manchas delante de los ojos. Tales manchas son de dos clases: las que son permanentes y se encuentran siempre en el mismo lugar, y las que se ven durante algún tiempo y desaparecen. Las manchas permanentes son debidas a ciertos defectos de la córnea o del cristalino.

La córnea ha debido sufrir alguna pequeña lesión, o la lente cierta perturbación por una u otra causa; y en el transcurso del restablecimiento se ha formado lo que se llama tejido cicatrizado. No hay medio alguno de hacer desaparecer las manchas; pero, afortunadamente, la persona que las tiene consigue no darse cuenta de ellas.

Las manchas de la otra clase, que ante los ojos aparecen, son pasajeras. Por regla general las percibimos tan sólo cuando no nos sentimos muy bien. Lo más corriente es que las vean, por la mañana, las personas que se han acostado muy tarde, especialmente si han comido o bebido con exceso. Con el tiempo y una vida higiénica y los medicamentos oportunos para purificar la sangre, tales manchas desaparecen. La causa de ellas es en extremo interesante. Lo que las produce reside en el espacio interior del ojo; y es quizás una especie de pliegues del humor vítreo, acaso la presencia de algunos glóbulos blancos de la sangre, que por allí circulan con algún fin especial, de los que le son propios, e interceptan el paso de la luz, proyectándose como se proyecta la cabeza de un individuo por delante de una linterna mágica, ocasionando de esa forma una sombra.