COMO SE HACEN LAS PELÍCULAS


Pocas de nuestras invenciones modernas nos dan más placer que la cinematografía. Aquí, en esta charla, nos explican cómo es que los retratos, miles de ellos, quedan grabados en una tira estrecha de película, y cómo luego son ampliados al proyectarlos sobre la pantalla. Cómo pudo ser posible todo esto es algo largo da relatar y los pasos para llegar a ello necesitaron muchos años. El negocio del cine, desconocido hace pocos años, ahora precisa los servicios de miles de hombres, mujeres y niños, y de muchos animales, brindándole entretenimiento e instrucción a millones. Una sola cinta, que se proyecta en veinte minutos o menos, contiene unos 16,000 retratos distintos de tan solo una pulgada de ancho y poco menos de una pulgada de alto.

Todos nuestros lectores conocen el cinematógrafo y sin duda creerán que saben todo cuanto hay que saber acerca del mismo, por haber asistido a los salones o teatros donde desfilan por la blanca pantalla películas maravillosas en las que las personas y los animales, de tamaño natural, pasan en rápida e incesante marcha ante los ojos del espectador, como si fueran de carne y hueso. A todos nos gusta el "cine", como a veces se le llama, pero pocos hay que reflexionen sobre la curiosa manera de hacer estos retratitos animados.

Parece muy raro, en verdad, que una tira de pequeñas fotografías, tres cuartos de pulgada de alto y una pulgada de ancho, pueda ser proyectada sobre la pantalla de modo que nos haga ver a los seres animados y las cosas inertes tan grandes como si fueran reales. Quizás nos maravillemos de que un aparato llamado proyector, una cámara y muchas pequeñas imágenes poco mayores que una estampilla, puedan hacer tal prodigio; pero es precisamente la combinación de estas tres cosas lo que lo hace posible.

Hace mucho tiempo-hasta 1839 para ser más exactos-nadie sabía hacer retratos. El arte de la fotografía empezaba a conocerse, aunque nadie había intentado hacer más que tomar el retrato de algún objeto en perfecto reposo. Hasta entonces, para lograr una débil impresión fotográfica de un objeto sencillo, como un árbol en el jardín, era necesaria una exposición de seis horas antes de que la placa dentro de la cámara retuviese una impresión. Aquellos de vosotros que tenéis cámaras fotográficas comprendereis lo que esto significa, pues ahora nos parece imposible, ya que podemos obtener una excelente fotografía de casi cualquier objeto con una exposición breve de una fracción de segundo.

En 1839 dos hombres-Daguerre, un francés, y Talbot, un inglés-que habían estado estudiando la manera de hacer retratos con el objeto de mejorarlos, anunciaron que era posible hacer maravillas con una cámara y que podía obtenerse un retrato en pocos minutos. La primera fotografía de una persona fue hecha en Nueva York por el profesor John W. Draper. Casi inmediatamente otros experimentadores pudieron acortar el tiempo a unos pocos segundos.

¡ Fotografiar en pocos segundos! He aquí una cosa que le parecía maravillosa a los fotógrafos de aquellos días lejanos. Se había reducido el tiempo de exposición de seis horas, o séanse 2i,600 segundos, a unos cuantos segundos-tres o cuatro-y entonces se hacían esfuerzos por reducir el tiempo aún más, así como para hacer que las placas fueran de más fácil manejo.

Al fin fue un químico el que halló el secreto. Experimentó en su laboratorio hasta que produjo una placa tan sensible a la luz que podía tomar una imagen "clara, limpia y llena de detalles" en un instante, y mejor que las que habían necesitado exposiciones veinte mil veces más largas. Cualquiera que tuviese una cámara y esta clase de placa podía sacar una vista de un caballo brincando, un pájaro volando o un hombre caminando por la calle, con tanta rapidez que casi no podía uno percatarse de lo que estaba sucediendo.