MAMÍFEROS QUE PONEN HUEVOS Y LLEVAN SUS CRÍAS EN UNA BOLSA


En otro lugar de esta sección, tratamos del cambio admirable que se ha operado en el reino animal durante el transcurso de los siglos, extinguiéndose las especies gigantes y siendo reemplazadas por las que existen hoy día. Los animales que progresaron y supieron ajustar su vida al mundo que les rodeaba, crecieron y se multiplicaron, alcanzando una próspera existencia; los que no se adaptaron a las condiciones exteriores, perecieron. Los que sobrevivieron, hiciéronse más diestros y hábiles que los desaparecidos, igualándose con los que antes les superaban en esas cualidades, los cuales, a su vez, alcanzaron un nivel más elevado todavía. Lentamente, y pasando de lo menos perfecto a lo más perfecto, surgieron nuevas especies de animales. Aquí hablaremos de ciertos animales que vienen a ser una especie de eslabones intermedios, que aun quedan para mostrarnos de qué modo se efectuaron estos maravillosos cambios de la Naturaleza.

Aún podemos ver hoy día animales vivientes, constituyendo un eslabón que enlaza la gran familia animal de nuestros tiempos con la de los monstruosos reptiles antediluvianos. Vienen a ser jeroglíficos vivos. Uno de ellos es conocido con la denominación de ornitorrinco.

Vive en Australia y Tasmania. Su cuerpo se asemeja al de la nutria, pero se halla provisto de un pico parecido al de los patos. Los dedos de sus pies están unidos por medio de membranas; posee en ellos, además, fuertes uñas que le permiten cavar su madriguera, de diez y aun más metros de profundidad, en !as orillas de los ríos, en cuyas aguas nada y encuentra su alimento. ¿No es una cosa extraña un animal con el cuerpo de nutria, el pico y los pies de pato, y que pone huevos? Y no es esto lo más curioso, sino que, una vez incubados los huevos, la madre se coloca los hijos dentro de una bolsa que tiene en la parte inferior de su cuerpo, donde los amamanta con su leche.

Al ver que este animal tiene el pico y las patas como las aves y que pone huevos, a semejanza de éstas, el lector creerá, naturalmente, que se trata de un pájaro extraño que jamás aprendió a volar. Bajo ciertos aspectos, algo se asemeja a las aves. Algunos de sus huesos presentan una forma parecida a otros que sólo poseen estas últimas; pero *f esto se reduce toda la semejanza que entre ambas especies existe, y, estudian" dolé a fondo, se observa que el ornitorrinco es próximo pariente, en realidad, no precisamente de los pájaros, sino de los reptiles. Algunos naturalistas sostienen que las aves fueron un día reptiles, como casi todos los seres que pueblan la tierra y el aire, y, descendiendo en la escala animal, de especie en especie, pretenden señalar el origen de muchos animales y determinar de qué modo adquirieron gradualmente el tamaño, la forma y la manera de ser que hoy poseen. Pero el ornitorrinco no ha sufrido, al parecer, grandes cambios.

Existe en él un carácter que aparta de nuestra mente toda idea de relación con las aves y le aproxima a los reptiles. La temperatura de la sangre de todos los seres que realmente vuelan, es muy elevada. Los mamíferos-tales como el caballo, el perro, el león, etc.-tienen la sangre caliente, como la nuestra. La sangre de la zorra polar, posee una temperatura superior en cinco o seis grados a la de un hombre que goce de buena salud. La de la gaviota, que se está sumergiendo en agua fría a cada instante, tiene una temperatura dos grados más elevada que la nuestra; en tanto que la veloz golondrina tiene la sangre tan caliente, que el hombre no podría resistir igual grado de calor en la suya. Pero el ornitorrinco, no obstante vivir siempre en climas cálidos, tiene una sangre cuya temperatura es muy poco superior a la de los reptiles, e inferior en veinte grados a la de los mamíferos.

Esto prueba, desde luego, que tiene mayor afinidad con los reptiles que con los mamíferos. Mide el ornitorrinco de 35 a 50 centímetros de longitud, y posee una cola de 12 a 15 centímetros de largo, que recuerda a la del castor. el pelo de su piel es espeso y de color pardo obscuro; sus ojos son pequeños, y las orejas no le sobresalen de la cabeza, pues carecen de pabellón. Su pico es ancho, cubierto de una piel fina y revestido interiormente de una dura sustancia córnea, en lugar de dientes. Éstos, no obstante, le salen al animal cuando es joven, pero antes de que alcance su desarrollo total, aquellos se le estropean y caen, valiéndose en lo sucesivo sólo de las placas córneas para masticar su alimento. Posee el macho un agudo espolón en los talones, pero nadie es capaz de asegurar cuál puede ser su objetivo.