La sarigüeya soporta dolores que el hombre no podría resistir


Mientras corre por las copas de los árboles, la sarigüeya puede considerarse segura. Se esconde, y se agarra con sus maravillosas uñas, semejantes a las de los monos, y su larga y prensil cola. Esta cola es una de las obras maestras de la Naturaleza. Es tan vigorosa y ase con tan gran seguridad, que cuando el animal se ha encaramado a un árbol frutal, puede permanecer colgado con la cabeza hacia abajo, comiendo tranquilamente todo lo que halla a su alcance. Pero ocurre algunas veces que se ve sorprendida en el suelo y, como no es muy veloz en la carrera, los hombres y los perros no tardan en alcanzarla; entonces se tiende y se finge muerta. Ya puede pellizcársela, echársele agua y maltratársela de todas las maneras imaginables, que permanecerá, al parecer, insensible, e inmóvil como si fuese de corcho. Mas, en habiéndose alejado de ella sus perseguidores, dejándola por muerta, si no lo está en realidad, da un salto y escapa inmediatamente hacia su madriguera.

Su conducta causa asombro. Colgarse de las ramas de un árbol y fingirse allí muerto, como hace el cuscús, denota gran astucia; pero echarse en tierra y sufrir todos los dolores que sobrelleva la sarigüeya, es cosa que ningún ser humano podría soportar.