Lo que ocurrió a los canguros cuando las aguas del mar aislaron el continente australiano


Los canguros quedaron entonces dueños de toda Australia, pues, en realidad, no había allí grandes animales salvajes que pudiesen aniquilarlos. La lucha por la vida no fue para ellos tan terrible como lo fue después en otros territorios, donde las fieras podían trasladarse de un país a otro, y de continente en continente, sin que el mar se lo impidiera.

Con el tiempo, se fueron transformando los animales marsupiales de Australia, hasta adquirir la forma que poseen actualmente. Observaron que les era más cómodo trasladarse de unos lugares a otros, saltando sobre las patas de atrás, que caminando sobre sus cuatro remos. Poco a poco, les fue creciendo la cola, adquiriendo tanta robustez y consistencia, que, por fin, llegó a servirles de soporte para sentarse. Empezaron a aumentar de tamaño sus patas posteriores y, mientras, disminuían las delanteras. La cola llegó a ser para ellos no solamente un soporte para estar sentados, sino una especie de palanca o tercera pierna cuando caminan. De suerte que aún tenemos hoy día grandes canguros, los cuales, aunque, por supuesto, no alcanzan el tamaño gigantesco que tenían en los tiempos primitivos, sin embargo, cuando se ponen de pie sobre sus patas traseras, guardando el equilibrio con la cola, miden dos metros y medio de altura.

Con ayuda de sus largas patas traseras y de su robusta cola, dan saltos prodigiosos, que les permiten salvar obstáculos que el caballo más ágil no podría trasponer; y aunque no pueden correr, escapan, saltando con una velocidad increíble. Un canguro ordinario puede saltar una valla de cerca de tres metros de altura, pero algunos de ellos las saltan de más de tres y medio. Sólo se alimentan de hierba.

Cuando eran dueños absolutos de Australia, su vida debió ser enteramente feliz; pero ahora, que los blancos habitan el país y tienen que alimentar grandes rebaños de ovejas y de ganado vacuno, los pobres canguros, que han poseído tan feraces territorios en épocas en que el hombre no había hecho aun tal vez su aparición sobre la tierra bajo su forma actual, sufren las mismas persecuciones de que son objeto los demás animales salvajes que devoran los pastos del ganado. Son cazados sin piedad. Generalmente los cazan a caballo, con perros vigorosos, amaestrados al efecto. Los matan a tiros, los envenenan o los acosan, haciéndoles, entrar en lugares cercados de antemano, de los cuales no pueden escapar y en donde los fusilan. Su carne es comestible, y sus pieles, curtidas, son muy apreciadas.

Aunque el canguro es incapaz de hacer daño a nadie por natural inclinación, lucha valientemente en defensa de su vida, cuando se ve atacado. Los grandes canguros, al verse perseguidos por los perros, dirígense al paraje más cercano donde les consta que hay agua, introdúcense en ella y esperan la llegada de aquellos; y cuando se aproximan, húndenlos con las patas delanteras y los mantienen sumergidos hasta que los ahogan. Si corriendo no pueden escapar, revuélvense cuando se ven perdidos, y hacen frente a sus enemigos. Cuando se acercan los perros, sostienense los canguros en equilibrio sobre el rabo y, con las afiladas uñas que tienen en las patas traseras, abren en canal al enemigo más próximo.

Causa pena ver a las madres en el trance de ser atacadas por los perros. Al nacer los canguros, la hembra coge a sus pequeños y desvalidos hijuelos y se los mete en una bolsa con que la Naturaleza dotólas al efecto, y en ella viven los pequeñuelos hasta que son lo suficientemente crecidos y vigorosos para correr de un lado para otro y comer en compañía de su madre. A veces, el pequeño canguro saca la cabecita de la bolsa, mientras su madre se inclina para comer, y mordisquea la hierba. Pero cuando crece más y sale ya a pastar, vuelve a ocultarse instantáneamente en la bolsa, tan luego como le amenaza algún peligro.

Cuando ven venir a los perros, agazápase el pequeño en su bolsa, y escapa veloz con él la madre denodada, buscando la salvación de ambos. El peso de su hijo dificulta la carrera; por eso, al sentirse cansada y ver que le ganan terreno los canes despiadados, hace salir a su hijo de la bolsa y lo deposita en el suelo, partiendo ella al punto en otra dirección, de suerte que los perros corren tras ella, salvando de este modo a su hijo. Si consigue escapar, vuelve por otro camino a recoger al pequeño. En el caso contrario, ha salvado la vida de su hijo a costa de la suya propia.

Hay canguros en casi todos los parques zoológicos, en los cuales viven encerrados en pequeños recintos; pero también algunas personas los crían en libertad, en sus parques particulares.