LAS AVES CANORAS


Después de haber oído cantar a uno de nuestros más afamados artistas, la mayor galantería que podemos dedicarle es decirle que canta como un ruiseñor. Maravilla el pensar que los hombres, a pesar de todo su arte y de todos los conocimientos relativos a la emisión de la voz, que les han hecho adquirir siglos de observación y de práctica, consideren a los pajarillos que gorjean en la enramada como los más consumados maestros en el arte de cantar. Casi todas las aves se hallan dotadas de voz, pero no todas ellas saben producir agradables melopeas. Como regla general, podemos establecer que cuanto más hermosa es un ave, tanto más bello es su canto. ¿Cuál es la causa de esto? La respuesta nos servirá para comprender la historia entera del canto de estos seres alados. El canto es el mejor medio de que disponen las aves para declararse su amor. Las que están dotadas de rico y vistoso plumaje o las valientes, capaces de reñir con sus rivales desesperados combates, atraen a sus hembras desplegando la magnificencia de sus atavíos o derrotando a otros machos que se atreven a disputárselas. Pero no todos los alados contendientes en estas amorosas lides pueden ostentar las galas del ave del paraíso ni la valentía del gallo, y entonces tienen que esperarlo todo de la belleza de su canto.

¿De qué medios se valen las aves para producir sus trinos, gorjeos y sonatas? Tañendo un verdadero instrumento musical, como el músico tañe un oboe o cualquier otro instrumento de lengüeta. La voz se engendra en el fondo de la tráquea, en el lugar donde ésta se bifurca y forma los tubos que penetran en los pulmones, llamados bronquios, o bien en estos mismos. En el punto donde se unen los dos tubos bronquiales existe una delgada membrana elástica, llamada membrana semilunar; el aire, al salir de los pulmones de las aves, hace vibrar una membrana dentro de la tráquea, de la misma manera que el aire hace vibrar la lengüeta dentro del tubo del oboe.

Como este instrumento no es muy elástico, no puede por sí mismo producir más que una sola nota. Paras alterar el tono de las notas del oboe, es preciso practicar orificios en su tubo, y así, tapándolos con los dedos, hacemos, a voluntad, más larga o más corta la columna de aire que vibra dentro de aquél, y alteramos, de esta suerte, el tono del sonido. La tráquea de las aves no necesita agujeros ni llaves. Poniendo en actividad ciertos músculos, pueden alargar o acortar la tráquea, comprimirla o dilatarla y producir una variedad casi innumerable de notas. Todo este aparato de fonación, que a veces es muy complejo, recibe el nombre de siringe. Las focas pequeñitas promueven un gran alboroto cuando van a sumergirse por primera vez en el agua, como los niños cuando se resisten a entrar en el baño; y es porque, lo mismo a las focas que a los niños, hay que enseñarles a que se aficionen al baño. De un modo semejante, es preciso también, en algunos casos, enseñar a cantar a las aves. Un pollo nacido en una incubadora artificial y que jamás ha visto a sus padres pía en cuanto nace, cual si hubiese sido incubado por su propia madre en el nido de un corral. No se le ocurre graznar aunque haya sido incubado por una pata, como tampoco pía un patito pequeño, aunque haya sido incubado por una gallina. En cambio las avecillas canoras, cuando son criadas por pájaros de otra especie distinta, aprenden el canto de éstos.