De cómo las ratonitas permanenen durante el invierno ocultas en sus cómodos nidos


Al hacer el elogio de las aves que cantan en invierno, no debemos echar en olvido a la pequeña ratonita, que es un ser feliz si los hay. Su dulce canto se oye durante la mayor parte del verano, y luego de haber terminado su muda, tan pronto como se deja entrever el sol en los brumosos días del invierno, lanza sus trinos.

Desde luego, no es un ratón con plumas, como le llaman muchos por la manera como sale y se oculta veloz en los arbustos y zarzas. Es el pajarillo más limpio y acicalado que existe, y con su diminuto pico y su lustrosa cola, parece responder al tipo ideal que el hombre hubiera creado, si poseyese este divino poder, para su propio recreo. La ratonita tiene un pariente tan cercano como espléndido, que es el ave lira. En invierno cobíjanse muchas ratonitas en un mismo nido para prestarse calor mutuamente. El nido es, por cierto, un notable trabajo de arquitectura, al cual no falta la cúpula protectora, y posee la necesaria resistencia para sostener a los numerosos moradores que se refugian en él durante la estación invernal. Este pájaro es muy diferente del petirrojo, que no quiere tener cerca de sí a sus semejantes, en cuanto pasan ciertos períodos del año, y que abandona su nido tan pronto como sus polluelos son lo suficientemente crecidos para expulsarse los unos a los otros, y se refugia en alojamientos ocasionales, durmiendo donde más le acomoda.