Algunas aves de melodioso canto: los cardenales, las calandrias y las alondras


Contemplemos ahora a los cardenales. Proceden de Brasil y de otras regiones de América del Sur. Son aves de unos 18 centímetros de largo, con plumaje gris por el dorso y blanco por debajo; la cabeza y parte delantera del cuello es de tono rojo sangre; el macho tiene en la nuca un moño de plumas del mismo color. Posee un canto claro y vibrante, pero corto en comparación con el del verdadero cardenal, oriundo de América del Norte. Si hemos de decir la verdad, no son grandes artistas, pero no dejan de caer en gracia su insolencia y gallardía. Pero debemos guardarles toda clase de respetos por consideración a su próximo pariente norteamericano, el cardenal, conocido con el nombre de ruiseñor de Virginia. Éste canta muy bien y posee un hermoso plumaje, que hace de él una de las aves más bellas del mundo.

Tiene unos 22 centímetros de longitud total; plumaje de color rojo oscuro, excepto en los lados de la cabeza y en la garganta que es negro; el moño y el pico son rojos. Vive en las proximidades de las costas, en los bosques y arboledas, y se alimenta de semillas, en especial, de cereales; de frutos y de insectos. Tolera bien la cautividad, y por su magnífico canto y colorido, es muy apreciado como ave de jaula.

La calandria común mide unos 20 centímetros y es de complexión robusta. Tiene la parte superior parda, listada de oscuro, pecho amarillento y dos porciones negras que forman medio collar a ambos lados del cuello. Su canto es parecido al de la alondra, pero más sonoro, y lo emite mientras vuela, lo mismo que ella. Suele anidar en el suelo, en los terrenos de cultivo o en los lugares pedregosos.

La alondra se remonta tan alto en su vuelo, que muchas veces no recordamos que es un pájaro que sólo mide 18 centímetros de longitud desde el pico al extremo de la cola. Tiene la parte superior del cuerpo de color pardo muy listado de negro y la inferior blanca, con el pecho algo listado; la cola es larga, con blanco en las parles externas. En la cabeza puede apreciarse una cresta corta y redondeada. Lo más notable del caso es que, mientras se remonta más alto que ninguna otra ave canora, su hogar y su alimento yacen en la misma tierra. Anida en los hoyos pequeños que encuentra practicados ya en el suelo, y a menudo en las huellas de los cascos de las caballerías. Allí pone sus huevos, los incuba y cuida de sus polluelos con apasionado cariño. Se alimenta de saltamontes, escarabajos y demás insectos, siendo aficionada también a los retoños delicados de las hierbas y a ciertas semillas.

Aunque la alondra tiene fama de levantarse muy pronto, no es ave que se distinga por ser muy madrugadora; las palomas son, al parecer, las que primero sacuden el sueño. Empiezan sus arrullos antes de apuntar el día, y no tardan en seguirlas los tordos y los mirlos; pero la alondra se levanta cuando ya los rayos del sol han iluminado la tierra. Y entonces no sólo se levanta, sino que se remonta tan alto, que nos es imposible precisar donde está, pero desde las regiones celestes desciende hasta nosotros una dulce melodía. Escudriñamos el firmamento y, tras mucho buscar, descubrimos al fin, proyectado sobre las nubes que iluminan los rayos del sol, un punto casi imperceptible. Y ese punto es la alondra que entona alegre la mágica canción que resonó tantas veces en el corazón y el cerebro de los mejores poetas, inspirándoles cantos ideales.