PECES MEDIANOS Y PEQUEÑOS


En ninguna parte es tan cruel la lucha por la existencia como en el mar. Casi todos los peces se alimentan de sus congéneres. Según el proverbio popular, “los peces grandes se comen a los chicos”; completémoslo añadiendo que los chicos se comen a su vez a otros más chicos aun. Todos los habitantes de los mares forman un inmenso ejército de combatientes que en la batalla por la vida luchan sin tregua unos contra otros, siendo, en general, su propia carne el principal alimento que encuentran. La paz sería la muerte. Al fin y al cabo, una cosa parecida ocurre entre los animales terrestres: los carnívoros se nutren sacrificando a otros individuos más débiles; lo mismo cabe decir de las aves de rapiña y de las insectívoras, que se nutren de otros seres vivientes más pequeños, según indica su denominación.

Ciertos individuos de las grandes especies marinas son capaces de engullirse de una sola vez un número tal de peces pequeños, que bastaría para proporcionar alimento a varias familias. Pero si las distintas especies de peces no tropezaran con ningún obstáculo en su multiplicación, su número crecería en número vertiginoso. Es realmente necesario poner límite a tan prodigioso desenvolvimiento, pues, de no ser así, las aguas no podrían sostenerlos a todos. El estudio de los insectos, hecho en otro lugar de esta obra, nos conduce al cálculo de cifras muy considerables, pero el de los peces nos pone en presencia de cantidades casi fabulosas.

Considérese lo que ocurriría si cada uno de los huevos puestos por todos los peces llegaran a desarrollarse, transformándose en otros tantos individuos fecundos a su vez. El arenque común pone unos 25.000 huevos; la rémora, sobre 155.000; el hipogloso, cerca de 3.500.000; el abadejo, más de 5.000.000, y la molva vulgar, 25.000.000. Ahora bien: si no sobreviniesen graves contratiempos, estas especies pronto llenarían los mares.

Ni aun personas aficionadas al caviar suelen saber que deben al esturión este delicado manjar. El caviar consiste en los huevos de este pez, y es muy estimado por su sabor. No se tiene en la misma estima la carne del esturión. Sin embargo, en algunos países, como en Gran Bretaña, se la ha considerado un plato de lujo, dándose el caso curioso de que el rey Eduardo II decretara que pertenecían a la Corona todos los esturiones pescados en los ríos ingleses, decisión que aún continúa en vigor, aunque sólo sea nominalmente.

En algunas partes de América se pesca el esturión, pero no se fabrica caviar. Esta especie de peces remonta los ríos para depositar sus huevos. Son famosos los esturiones del Volga, río del que procede en su mayor parto el caviar que se consume en Europa. La vejiga natatoria sirve para fabricar la llamada cola de pescado. Un pedazo de vejiga echado en un volumen de agua cien veces mayor se convierte en gelatina. La estructura de este animal es notable por los pequeños escudos óseos de que está provisto. Su largo hocico le permite revolver el cieno y la arena en busca de lombrices y otros alimentos; la boca, situada debajo y desprovista de dientes, está dotada de dos pares de barbillas que funcionan como órganos táctiles.

La cola de pescado se saca también de la vejiga natatoria del bacalao y del abadejo; el primero suministra además otro artículo de gran valor en medicina: el aceite de su hígado.