El pez que se sirve de sus aletas para volar fuera del agua


Bajo el agua las aletas se mantienen comprimidas. Cuando el pez quiere saltar, huyendo del enemigo, o por otro motivo, hincha la vejiga natatoria, sacude vigorosamente la aleta caudal y sube a la superficie; el impulso ascendente basta para elevarlo de 1 a 6 metros de altura; entonces extiende las aletas como verdaderos paracaídas, y cae lentamente en el agua a bastante distancia del punto de donde salió. Muchos dicen que este movimiento no puede llamarse propiamente un vuelo, pero un naturalista que lo ha estudiado atentamente, sostiene que el animal vuela. Las aletas no se agitan como las alas de las aves, pero vibran como las de los insectos. Cuando debe de variar de rumbo, por encontrar un obstáculo o un peligro, hace un gran esfuerzo con la cola, el que, si bien le permite cambiar de dirección, le obliga a descender al agua de inmediato. En casos excepcionales puede volar por espacio de unos 100 a 150 metros, y cesa cuando sus aletas se secan y se envaran. Entonces el pez volador acuatiza suavemente.

El pez volador se utiliza como cebo, siendo por ello muy buscado por los marineros; pero otros enemigos lo acechan en el agua y en el aire. Son éstos las gaviotas, los delfines y los atunes. Es el atún otro de los peces mayores entre los pequeños. Puede alcanzar de 2 a 3 metros, y llega a pesar media tonelada. El dorso de color azul negruzco y el vientre gris con manchas. Su carne es muy apreciada, por lo que el animal es objeto de una activa pesca. Nada con precisión hacia los lugares en que el pez volador debe caer al terminar sus vuelos, y, al secársele las aletas, este último puede tener la seguridad de acabar su vida en las fauces de su perseguidor, que ávidas lo esperan.