ANIMALES QUE SON ÚTILES AL HOMBRE

 
Hace ya mucho tiempo, unos cuatrocientos años, un ilustre soldado español, llamado Hernán Cortés, diose a la vela en el puerto de La Habana, desembarcó en la costa del continente americano y conquistó, con un puñado de hombres, todo un poderoso imperio que conserva todavía el nombre de México. Los habitantes de este vasto territorio disfrutaban de una civilización admirable; habían construido hermosas calzadas y puentes, y levantado magníficos edificios y templos de piedra, y el arte de la orfebrería también era cultivado entre ellos. Pero, ¡cosa extraña!, este curioso pueblo jamás había visto un caballo.

Sus viajes por tierra tenían que hacerlos a pie. Desconocíanse allí los carruajes; y por eso, al ver por primera vez los caballos de los conquistadores, se formaron de ellos un concepto en extremo elevado, creyéndolos seres sobrenaturales.

¡Qué continente tan extraño sería América sin nuestros serviciales amigos los caballos, los asnos y los mulos! Por espacio de muchos siglos el hombre no utilizó en sus trabajos otra colaboración que la de estos mansos y sufridos animales. Mucho antes de que nadie pudiera soñar con los trenes y automóviles, han sido ellos los encargados de transportar las piedras para levantar edificios, el hierro y el acero para la construcción de maquinarias, el carbón para alimentar los hornos de las calderas y los hogares de las casas. A no ser por la ayuda de estos vigorosos auxiliares, ni Europa ni América hubieran alcanzado jamás el grado de civilización y adelanto que en el día de hoy disfrutan.

Aún hay en el mundo regiones donde no se conocen trenes ni automóviles; y en ellas los caballos y mulos, los elefantes, camellos y llamas, los. renos y los yacs han de ejecutar el trabajo de aquéllos. Los camellos son los únicos animales que pueden atravesar los grandes desiertos de arena; y sólo los perros vigorosos y peludos de las regiones polares son capaces, de arrastrar los trineos sobre los hielos perpetuos de aquéllas. En tiempos muy remotos aprendieron los. habitantes de la India a domesticar al búfalo, enseñándole a tirar del arado-y de pesadas carretas, y a dejarse montar por los hombres. De la India fueron traídos a Egipto los búfalos domesticados los cuales ejecutan hoy, en los dos países citados, casi todos los trabajos que en la mayor parte de las demás regiones del mundo se hallan encomendados al caballo.

En estado salvaje, es el búfalo uno' de los animales más feroces del globo. Cuando se siente herido, acomete de igual modo al hombre que al león; y hasta el tigre le teme en estos casos. El búfalo salvaje aventaja en vigor al domesticado, siendo éste, sin embargo, bastante más forzudo que el buey, al que supera en la cantidad de trabajo que efectúa y en la duración del mismo. Aunque apacible y manso en esta segunda condición, si se lo exaspera se vuelve tan feroz como en estado salvaje. El búfalo tiene unos cuernos enormes, rugosos y dirigidos hacia atrás, y piel cubierta de pelos ralos. Es necesario no confundir al verdadero búfalo con el bisonte americano que vive exclusivamente en la América del Norte, y al que muchos dan impropiamente ese nombre. El bisonte es tan salvaje como el búfalo; pero ahora sólo nos referimos a los animales domesticados, y preferentemente, entre éstos, a los que son más amigos y eficaces auxiliares del hombre.

Casi todos los animales que ayudan con su trabajo a los hombres se hallan dotados de amplios y resistentes cascos, o de pezuñas anchas y planas, lo que les permite llevar sobre sus lomos grandes pesos sin lastimarse los pies. Algunos naturalistas suponen que en tiempos remotos los caballos tuvieron cuatro dedos, y después tres; y aun en nuestros días se da el caso de que nazcan algunos ejemplares con varios dedos rudimentarios. Sin embargo, al presente los caballos tienen en cada pata una pezuña dura que los hombres protegen y refuerzan con una herradura de hierro. Todos los caballos que existen hoy en América son procedentes de Europa, donde se pierde su origen en la noche de los tiempos. Los caballos primitivos se diferenciaban mucho de aquellos cuya belleza nos deja actualmente admirados cuando los vemos piafar, o uncidos a un soberbio carruaje. Su color era pardo y sin brillo; su crin rígida y corta; y su cola delgada, muy semejante a la de los asnos.

Los hombres primitivos, que vivían en estado salvaje, domesticaron, desde luego, al perro, enseñándole a que les ayudase a cazar. Al caballo lo cazaban para procurarse alimento; pero, con el tiempo, aprendieron a domarlo y utilizáronlo para el transporte de sus propias personas y bagajes. Los carros no se inventaron hasta muchos siglos después.

Los romanos fueron los primeros que construyeron en los países de la Europa occidental caminos que mereciesen el nombre de tales. Poco a poco, el caballo empezó a ganar en belleza, al paso que los hombres lo cuidaron, cultivaron sus razas y favorecieron sus cruzamientos. De este modo han llegado a obtenerse animales apreciadísimos y bellos.

En nuestros días existen varias razas de caballos: los llamados de tiro, pueden arrastrar grandes pesos y subirlos por colinas elevadas, entre ellos los más apreciados son el perdieron, el frisan y el de Suffolk. Hay otros más ligeros que transportan al trote pesos en un carro, como el de Cleveland; hermosos caballos que se emplean en los carruajes de lujo como el anglonormando; los que pueden recorrer a galope considerables distancias, saltando fosos y cercas y llevando sobre el lomo un jinete como el caballo de caza hunter, o la raza árabe; y, por último, el más veloz de todos, el caballo de carrera, entre los que se destaca el pura sangre inglés, delgado y nervioso, que viene a ser el galgo de la familia de los solípedos o équidos. Para tener idea de lo que eran los caballos primitivos, bastará contemplar los caballos salvajes, traídos del Turquestán, que existen en muchos parques zoológicos, los cuales tienen una gran semejanza con los que había en Europa hace muchos miles de años.