UN BOSQUE DE NERVIOS EN NUESTRO CUERPO


Si nos palpamos con suavidad en la parte posterior del codo hacia el lado interno, encontraremos algo que se parece a una cuerda, y si lo comprimimos o por casualidad nos damos un golpe en aquel punto, notaremos una sensación particular que se ha comparado con la que produce la electricidad. Es que hemos excitado el nervio cubital, que pasa a esa altura del codo por el llamado canal epitroclear interno. Se trata de un nervio, esto es. de la maravilla entre las maravillas. Si tomamos un nervio y lo examinamos, vemos que es en realidad, una cuerda constituida por gran número de finas hebras, llamadas fibras, las cuales constituyen verdaderamente el nervio. El grueso cordón, que en conjunto forman, es únicamente un haz de tales fibras, reunidas de esa manera para trasladarse de un punto a otro.

Una fibra nerviosa es una hebra sumamente fina, tal como no podría encontrarse en parte alguna en el mundo vegetal; pues tales libras empiezan a aparecer en los grupos inferiores de la escala animal, y su importancia y número aumentan a medida que vamos ascendiendo en ella. No hay parte alguna del cuerpo que no esté provista de nervios ni que deje de padecer de un modo o de otro, si los nervios que a ella van a parar sufrieran alguna lesión o llegaran a cortarse, por ejemplo.

Cuando examinamos una fibra nerviosa, vemos que es un hilo sumamente largo y delgado, generalmente rodeado de una especie de vaina, que contiene cierta cantidad de una clase de grasa. Hay distintos aspectos, según los cuales podemos considerar un nervio como si fuera un alambre eléctrico, y la vaina de grasa puede asimismo considerarse como una especie de aislador, esto es, algo que impide a la corriente nerviosa que circula por el nervio que se escape por los tejidos circundantes. Es muy interesante considerar uno de estos modernos cables eléctricos, como el que atraviesa el océano Atlántico, y seccionarlo para ver su aspecto interior; tomar después un nervio de regular espesor, seccionarlo también, y mirar asimismo su aspecto interior con el necesario aumento. Entonces descubriremos que el hombre ha solucionado con su inteligencia, algo que la naturaleza ya conocía y aplicaba, desde luego que en forma mucho más completa.

En efecto, un cable submarino de comunicaciones imita, en su estructura, a un nervio, esto es, formando un haz de fibras gruesas y delgadas, cada una de ellas rodeada de materia aisladora, que las separa perfectamente unas de otras. Es evidente que el nervio es un millón de veces más admirable; pero los principios generales del sistema de agrupación de las fibras nerviosas y la forma en que cada una de ellas está aislada, para impedir toda derivación de la preciosa corriente, son exactamente los mismos que los utilizados en los cables.

Cuando excitamos, golpeándolo, el "hueso de la risa", como suele llamarse, percibimos una sacudida con los dedos porque hemos excitado las fibras que llevan la sensación por el nervio, desde los dedos hasta el cerebro. En otros casos, cuando excitamos un nervio, los músculos se estremecen, porque hemos excitado fibras que llevan órdenes por el nervio desde el cerebro a aquellos músculos. Esto nos demuestra que los nervios conducen algo y que pueden hacerlo en dos direcciones: hacia el cerebro, o desde el cerebro. La fibra nerviosa es, por tanto, un conductor exactamente igual a los alambres de un cable. No forman por sí mismos los telegramas, sino que los transmiten. Lo que corre por el alambre puede correr en cualquiera dirección. Cada fibra nerviosa conduce en ambas direcciones cuando está aislada del organismo, y en una sola dentro de éste.