El pequeño cerebro del enorme hipopótamo


Todo esto depende de la pequeñez del cerebro y especialmente de la del cerebelo del animal. Se ha calculado que el cerebro del hipopótamo pesa poco más o menos lo mismo que el del caballo; en cambio, el peso del cuerpo de éste alcanza tan sólo la quinta parte del peso total del hipopótamo. Repetidas veces se ha probado en la historia natural que el éxito se debe siempre al cerebro, a la destreza contra la fuerza, a la mente contra el músculo. El hipopótamo es un notable animal, que ha sobrevivido de los tiempos en que los cerebros, en general, eran mucho más pequeños que en la actualidad, y la explicación no debe buscarse en su enorme talla y fuerzas, sino en su modo de vivir. Ni su talla ni sus fuerzas hubieran podido jamás salvarle contra cerebros mejor organizados.

En lo pasado han existido animales mucho más corpulentos y fuertes que el hipopótamo y todos se han extinguido; pero el hipopótamo se contenta con vivir de hierbas y arbustos que crecen en las márgenes de los ríos; presenta las aberturas nasales en la parte superior de la cara, dirigidas hacia arriba, y esto le permite permanecer completamente sumergido en el agua dejando tan sólo las aberturas nasales fuera para poder respirar. En cierto modo se salva ocultándose, y así continúa viviendo, al paso que otras especies, que le superaban en fuerza y destreza, han desaparecido. Avanzando aun en la escala animal, vemos que llega la ocasión en que el cerebelo y la destreza se han desarrollado tanto, que la boca, por ejemplo, tan diestramente usada por el perro, el gato, el león y el leopardo, es ya un instrumento harto imperfecto para un cerebro que ha llegado a ser sumamente hábil.