Las células nerviosas, de las que dependen nuestras sensaciones


Tengamos presente que nos hemos referido únicamente a los conductores. Hemos tomado un pedazo, por decirlo así, de tales conductores, como podríamos haber tomado un pedazo de cable, y lo hemos estudiado. Pero, si nos propusiéramos estudiar la telegrafía, tendríamos que saber también qué hay en los dos extremos del cable, y lo mismo puede decirse del nervio. Hemos visto que podríamos excitar un nervio golpeándolo, como en el caso del hueso de la risa, o pellizcándolo, y hay otras muchas maneras de excitación, como, por ejemplo, transmitir una corriente eléctrica por uno de sus extremos, poniéndolo en contacto con alguna sustancia química, etc. Por supuesto, que esto no es lo que normalmente sucede en nuestro cuerpo; debemos, pues, investigar de dónde procede el nervio transmisor.

Toda fibra nerviosa proviene y es parte de una célula nerviosa también. La fibra es servidora de la célula, a la que comunica impresiones y desde la que transmite órdenes. Cuando estudiamos el desarrollo del cuerpo, vemos que todo nervio crece desde la célula a que pertenece; encontramos también que, si se secciona un nervio, la parte que continúa unida a la célula no sufre lesión; pero la que queda separada de la misma muere indefectiblemente. Vemos también que, si una célula nerviosa es destruida o intoxicada, la fibra nerviosa que de ella procede fatalmente muere; y, si la célula nerviosa muere, la fibra nerviosa no puede ser jamás repuesta. Así pues, estos "alambres de cable", no solamente son vivos, sino que han sido formados por células vivas también, de las que son partes vivientes. Esta es una de las maravillas que hacen que un cable sea una cosa en extremo sencilla, comparada con esa cosa extraordinaria que es un nervio.