EL PAN QUE COMEMOS


No hay alimento alguno del cual se pueda decir tanto como de la leche; pero existen otros varios, de los que es conveniente saber algo. Es indudable que uno de los mejores alimentos después de la leche, es el pan: "el sostén de la vida", como suele llamarse. Con leche y pan, tenemos todo lo que nuestro cuerpo requiere. El hombre se alimentó de pan desde los tiempos más remotos, aunque por supuesto al principio fue muy tosca la forma en que lo elaboraba. Se han hallado mendrugos en antiquísimas tumbas egipcias, así como en las excavaciones de la legendaria ciudad de Troya. Esos restos, que fueron amasados y cocidos hace miles de años, contienen granos mal molidos o enteros de trigo y de mijo, a veces de cebada o avena. Por lo general eran las mujeres quienes elaboraban el pan. Para ello tomaban el grano y lo colocaban sobre una piedra ligeramente cóncava. Luego lo aplastaban con otra piedra a modo de mortero, que mojaban de vez en cuando. Era una tarea ruda y fatigosa, al cabo de la cual se obtenía una molienda compuesta de granos desmenuzados, otros que habiendo escapado a la trituración quedaban enteros, y algunas piedrecillas desprendidas del mortero.

La mujer egipcia amasaba esta tosca harina con agua y hacía unas tortas delgadas que colocaba sobre una piedra plana, cubriéndolas con ceniza caliente para cocerlas. Como levadura, se agregaba a la masa algo de pasta reseca del día anterior. El consumo de este pan desgastaba la dentadura.

Mucho antes de comer pan, los hombres erraban de comarca en comarca, viviendo de la caza o de la pesca. Tal vez alguno de ellos probó un puñado de granos de algún trigal salvaje que cruzó en sus correrías. Así se supo que el trigo era un buen alimento. Los hombres comenzaron a cultivarlo y dejaron la vida errabunda. De tal manera, la civilización empezó cuando el hombre se hizo agricultor y comenzó a comer pan.

Cuando leemos en la Biblia que "toda carne es como heno", estas palabras pueden aplicarse en más de un sentido. La existencia de la especie humana, en conjunto, depende hoy de la hierba. Ya hemos visto que para cada ser humano se requiere cierta superficie de hojas verdes que trabajen durante determinado número de horas al día. Pues bien, las hojas verdes de las plantas son las que hacen este trabajo para nosotros. Cuando estamos al sol, únicamente recibimos calor, y aun nos sofocamos y sentimos molestos; no podemos hacer almidón ni azúcar por nuestra propia virtud; pero las plantas pueden hacerlo, y aquellas de las que vive el género humano se llaman cereales. No nos comemos las hojas, sino los frutos o semillas de estos vegetales, el alimento por excelencia que ha sido posibilitado por las hojas.

El primer elemento práctico que es preciso notar con respecto a este alimento cereal es su baratura. En este concepto no hay nada comparable con él; puesto que la labor necesaria para producirlo es tan pequeña que la planta misma es capaz de desarrollarse por sí sola. Hablando en conjunto, puede decirse que un alimento vegetal cuesta solamente la cuarta parte que otro alimento animal, y el pan hecho de trigo es el más barato de todos los alimentos. Este cálculo no se ha hecho para su peso bruto, sino para el peso de lo que en el pan es verdadero alimento y está usado como tal. Las comparaciones por el peso solamente son absurdas, porque en el peso puede entrar agua o fibras leñosas o huesos. El alimento más próximo al pan, que puede rivalizar con él en baratura, es la harina de avena.

La diferencia entre el pan y la carne es realmente asombrosa. Además, la buena harina de trigo es más barata que todos los demás alimentos, si calculamos únicamente sus proteínas, y ya sabemos cuan grande es la cantidad que contiene de estos principios. El pan es mucho más caro que la harina; y en cuanto a sus proteínas se refiere, es más caro aun que la leche, la carne y los huevos.