EN EL FANTÁSTICO MUNDO DE LA LUZ


Vivimos realmente en un mundo maravilloso; no tenemos más que mirar las cosas con detenimiento, para descubrir inmediatamente la belleza que ellas encierran. Pero ahí está precisamente la cuestión importante; debemos mirar, observar, como si estuviésemos frente a un mundo de cosas desconocidas, pero que tienen una razón de existencia que debemos descubrir. Sólo así lograremos comprender su belleza. Es que vivimos en un mundo de verdaderos milagros y de fantásticos acontecimientos, y, no obstante, no nos sorprendemos sino por excepción. A veces se cree que el sorprenderse y asombrarse ante las cosas es característica del tonto, cuando en realidad es lo contrario. Los hombres que han hecho grandes descubrimientos, los sabios y genios que enriquecieron la historia con sus grandes obras, han sido siempre gentes que se asombraban de todo aquello que los rodeaba. Hace más de dos mil años, un filósofo griego dijo que el asombro y la duda eran los padres de la sabiduría. No hay que pensar, sin embargo, que las cosas raras y asombrosas sólo se encuentran en continentes lejanos, en tierras exóticas, en planetas diferentes. No: lo curioso, lo absurdo, lo portentoso nos rodea por todas partes y justamente pasa inadvertido porque lo tenemos a nuestro alcance. Tal es el caso de la luz, este extraño fenómeno físico que vamos a tratar ahora. Desde pequeños nos acostumbramos a recibir con naturalidad la claridad del día y la oscuridad de la noche, y casi podríamos decir que el verla continuamente nos lleva a ignorar la existencia de dicha claridad, o a suponerla desprovista de importancia. Los maravillosos inventos de los últimos años han hecho perder casi por completo la capacidad de asombro.

¡Y sin embargo, qué extraña y misteriosa es la luz! Si golpeamos una campana, el aire que está cerca se pone en vibración, y el sonido se propaga por él y llega hasta nuestro oído, del mismo modo que la ondulación producida por la caída de una piedra en un estanque. En estos casos, al menos hay algo que se agita, que ondula y propaga la perturbación: el aire en el primer caso y el agua en el segundo. Pensemos ahora en la luz que sale del Sol: debe recorrer, a través del vacío, nada menos que 150 millones de kilómetros. ¿Cómo puede ser esto posible? Se dice también que la luz es un fenómeno ondulatorio. Pero, podemos preguntarnos, ¿qué cosa ondula? ¿La nada? Y luego nos enteramos de que la luz viaja a razón de 300.000 kilómetros por segundo y tarda solamente 8 minutos y 18 segundos en recorrer la distancia que media entre el Sol y la Tierra. Esto es, sin duda, otro hecho fantástico de este fenómeno.

La luz, que cubre extensiones inmensas en su recorrido por el universo para llegar hasta nosotros, y que representa el fenómeno más asombroso, es un misterio que resiste, todavía hoy, después de muchísimos siglos, a las preguntas que se hacen los hombres, comenzando por la de apariencia más elemental, más simple: ¿Qué es la luz?