LOS MUNDOS DEL FIRMAMENTO


Qué extrañas teorías tenían los antiguos acerca de los astros que observaban en el cielo. Muchas de esas ideas no sólo eran errores, sino verdaderas supersticiones. La ciencia de nuestros días ha superado de manera magnífica esas concepciones, aunque, por desgracia, perduran en vastos sectores del pueblo. La ciencia que estudia con todo rigor las cosas del cielo es ¡a Astronomía, y se vale de poderosos y precisos instrumentos, como el telescopio y el espectroscopio. Veremos cómo estos instrumentos materiales, guiados por la sutil y poderosa inteligencia del hombre, consiguen sondar los espacios sin límites hasta distancias insospechadas. Los metros, los kilómetros y los miles de kilómetros son magnitudes insignificantes ante las distancias cósmicas. Para obtener una medida de longitud apropiada con la cual sea posible medirlas, debemos valemos de la velocidad de la luz solar.

Antes de que pudiéramos formarnos idea exacta del mundo en que vivimos, fue preciso reunir un variado conjunto de informaciones. Así aprendimos que este suelo firme y aparentemente plano no es más que la corteza enfriada de una gigantesca esfera; hemos aprendido también que, en contra de lo que nos sugiere la observación directa, no son el Sol y las estrellas los que giran diariamente en torno a la Tierra, sino que es la Tierra, con todos sus habitantes, la que gira en torno de su eje, dando una vuelta cada 24 horas. También hemos aprendido que el movimiento anual de la Tierra en torno del Sol y por tener su eje inclinado con respecto a la órbita que recorre, es la causa que origina las estaciones. Estudiando los procedimientos de que se valieron los hombres, a través de su historia, para adquirir los conocimientos verdaderos, hemos aprendido que no basta un cierto número de observaciones parciales, que pueden conducir a erróneas creencias, sino que es necesaria una completa correlación entre observaciones, experiencias, y deducciones, que separen la verdad del error. Así es como hemos podido averiguar, no solamente de qué está constituido nuestro planeta, sino también cuál ha sido su historia, cómo ha evolucionado a través del tiempo. Para conocer un objeto no basta estudiarlo en forma aislada; hay que estudiarlo en todas sus relaciones y vinculaciones con el mundo que lo rodea. Ni siquiera podemos comprendernos nosotros mismos, si no estudiamos las condiciones de nuestra existencia, la de nuestros padres, familiares y amigos, la enseñanza que se nos ha dado, los libros que leemos, y hasta el aire que respiramos.

Tratándose de la Tierra, nunca llegaremos a conocerla en su totalidad si sólo dirigimos nuestra vista a ella y ninguna atención prestamos a los inmensos espacios que la rodean. Por ello debemos observar y analizar el inmenso Universo, con sus millones de astros brillantes, en comparación con los cuales nuestro planeta no es más que una pequeña partícula. El estudio de todos los cuerpos contenidos en el espacio sin límites se conoce con el nombre de Astronomía, palabra que significa ley o manera de ser de los astros y que es hoy la ciencia que, por muchos conceptos, es la más maravillosa de todas.

La Astronomía es una de las ciencias más antiguas. Siempre le han interesado al hombre los cambios del clima, del tiempo, de la temperatura, así como los movimientos del Sol, la Luna y las estrellas. Del movimiento diurno aparente del Sol, se sirvieron los antiguos para apreciar el paso de las horas; del movimiento del mismo astro, también aparente, por entre las constelaciones, obtuvieron la duración del año y la iniciación de las estaciones, que son datos tan importantes para regular las actividades de la agricultura y de la ganadería.

En los países de cielo diáfano, las estrellas son claramente visibles, y como mantienen siempre la misma posición relativa, fueron muy útiles para guiar la marcha de los buques y de las caravanas. Resulta, pues, que la Astronomía fue útil desde un principio, como lo es más en nuestros días, aunque mucha gente no se dé cuenta de su gran utilidad. Por ello hallamos huellas de conocimientos astronómicos en edades remotas, miles de años antes de la Era cristiana, especialmente en los países orientales y de un modo particular en Asia occidental y en Egipto; pero también las encontramos en Occidente, como por ejemplo en Gran Bretaña, donde el monumento prehistórico de Stonehenge nos demuestra que mil seiscientos años antes de la Era cristiana se poseían datos precisos relativos al movimiento del Sol. Muchas de las antiguas constelaciones que perduran de las más viejas civilizaciones demuestran que no se trataba sólo de templos o sepulturas, sino que también eran observatorios astronómicos. En América, las civilizaciones inca y azteca, que se desarrollaron antes de la llegada de Cristóbal Colón, dejaron valiosas pruebas de sus conocimientos astronómicos.