Lo que costó imponer la verdad sobre fábulas y supersticiones


Para el estudioso de nuestro tiempo resulta fácil comprender que tales creencias de los astrólogos y alquimistas eran ridículas. Pero en los tiempos antiguos a nadie se le ocurría dudar de que fueran verdaderas. Hasta los hombres más sabios de entonces, que descubrían grandes verdades científicas, seguían con viejos prejuicios y creencias que no podían desterrar de sus mentes. El mismo Kepler, por ejemplo, que descubrió las leyes del movimiento de los planetas, y el filósofo Francisco Bacon creían, hasta cierto punto, en la Astrología. Cualquier hombre de nuestros días que hubiera vivido en esa época y se hubiera educado en esos ambientes en que se creía en la Alquimia y en la Astrología, también habría tenido las mismas ideas. ¡Tan poderosa es la fuerza de la sugestión y de las costumbres! Aun los más grandes sabios de aquel entonces ignoraban muchas cosas que ahora nos parecen simples y sencillas, precisamente porque se nos enseñan desde pequeños las principales verdades de las ciencias, que ellos debieron estudiar por sí mismos ya que no tenían los libros y los maestros que tenemos nosotros. Esa gente ha merecido el respeto y la honra de toda la humanidad, no por las creencias erróneas que mantenían, sino por su esfuerzo en lograr la verdad. Es fácil aprender las cosas cuando ya están explicadas en los libros, pero cuesta muchos trabajos y sacrificios averiguarlas por uno mismo, razonando y experimentando. Estamos, por decirlo así, subidos en sus hombros, de modo que, si bien ellos eran grandes y nosotros somos pequeños, podemos ver más lejos y con más claridad que lo que podían ver ellos. Y esa historia se repite siempre, generación tras generación: lo que investigan los sabios de la actualidad en los laboratorios, durante meses y años de trabajo, lo podrán estudiar cómodamente en pocos días e indudable provecho los jóvenes del futuro.

Cuando la Astrología fue despojada de todo lo falso y fantástico, tuvo nacimiento la Astronomía. El descubrimiento que más contribuyó a destruir los fundamentos de la Astrología es el que hiciera Copérnico, al afirmar que el centro del sistema planetario era el Sol y no la Tierra, como hasta entonces se creía. Conviene tener presente, en este caso como en muchos otros, que la gente admite el error porque ignora la verdad; por eso todos los que ignoran las verdades de la Astronomía creen y seguirán creyendo en cuantas fábulas les cuenten los astrólogos anacrónicos.