Una verdadera cinta métrica es la formada por un rayo de luz


Así, para hacer resaltar las distancias a que se encuentran los astros, conviene usar como medida el tiempo que se emplea en recorrerlas. Pero en vez de hablar de viajes en avión o en automóvil, es necesario recurrir a lo más rápido que se conoce: la velocidad de la luz, que es de 300.000 kilómetros por segundo; tan enorme es esta velocidad que, junto a ella, los más raudos aviones de retropropulsión parecen inmóviles. Con tal celeridad se podrían dar en un solo segundo cerca de siete vueltas y media a la Tierra por el ecuador. Podemos ahora tener una idea de la enorme distancia que nos separa del Sol, al saber que un rayo de luz que parte de ese astro, tarda 8 minutos y 18 segundos, o sea casi 500 segundos, en llegar hasta nuestra vista. La Luna está en cambio, en comparación, sumamente cerca: si se hiciera estallar en ella una bomba luminosa, nosotros la veríamos después de un segundo y 28 centésimas. Para que la luz del Sol alcance a Plutón, que es el más lejano planeta del sistema solar, debe viajar por el espacio ¡unas cinco horas! ¡Compárese con los algo más de ocho minutos que la luz solar tarda en llegar a la Tierra! Y sin embargo, esa distancia es insignificante comparada con las que existen entre las estrellas. Después de Plutón, por lo que hasta ahora sabemos, viene el espacio solitario, sin ningún astro, que se extiende en distancias que parecen infinitas.

Si después de haber llegado a Plutón al cabo de cinco horas de viaje, el rayo de luz tratara de llegar a la más próxima estrella, ¡tendría que viajar durante nada menos que cuatro años! ¡Y eso que se trata de la estrella más cercana! Desde Sirio, la más brillante estrella del cielo, un rayo de luz emplearía casi 8,6 años en llegar hasta nosotros. ¿Qué decir entonces de las estrellas que se hallan a diez, cien o mil años luz? ¿Cómo concebir las distancias de millones de años luz, que nos separan de otros lejanísimos Universos?

Comprendemos que la grandiosidad del espacio supera toda capacidad de imaginación conocida.

A las estrellas las vemos gracias a la luz que nos llega de ellas. Por tal motivo, cualquier acontecimiento luminoso que ocurra en ellas sólo será visible para nosotros cuando los correspondientes rayos luminosos lleguen a nuestros ojos. Si la estrella Sirio estallara en nuestros días, no veríamos el fenómeno hasta dentro de cerca de nueve años. Los rayos que hoy nos llegan de muchas débiles estrellas, han partido de ellas en la época en que Colón descubrió América, y antes todavía.

Algunas de esas estrellas podrían haber desaparecido en una catástrofe cósmica, y sin embargo el hombre las seguirá contemplando, sin modificaciones, quizá durante una serie de cientos de siglos.