LAS ARTES EN CRETA, MICENAS Y LA GRECIA HEROICA


En tiempos remotos, cuando los dioses abandonaban su morada para confundirse con los hombres, según la primitiva creencia griega, existió un ser fabuloso con cuerpo de hombre y cabeza de toro, el Minotauro. Residía en la isla de Creta, en un deslumbrante palacio llamado Laberinto, del que difícilmente se salía con vida y que había sido construido por Dédalo, padre de Ícaro. El rey del lugar, Minos, rendía culto al Minotauro inmolando cruentos tributos humanos que exigía de los pueblos vecinos. Ática enviaba anualmente para el sacrificio una delegación de siete mancebos y siete doncellas. Teseo, condolido por la suerte de sus compatriotas, se ofreció voluntariamente para formar parte del cortejo que debía trasladarse a Greta, con el propósito de matar al Minotauro.

Ariadna, hija del rey Minos, impresionada por la arrogancia y valentía del apuesto mancebo, quiso ayudarlo en la empresa. Le entregó un ovillo de hilo que debía desenvolver a medida que se internaba en el Laberinto, para que pudiera luego salir con facilidad. El héroe enfrentó con insospechada valentía al malvado monstruo, al cual venció en justa lid, y de este modo libró de tan pesado tributo a su país y a los pueblos sometidos.