Micenas, la ciudad de los cíclores, fue una verdadera fortaleza


Como ya sabemos, los cretenses se extendieron también hasta las costas del continente, en la península del Peloponeso. Hacia el año 2000 antes de Cristo, aproximadamente, en los campos de Grecia, se habían establecido tribus arias de pastores guerreros, quienes terminaron por entrar en contacto con los cretenses, lo que originó un nuevo tipo de cultura, la cretomicénica.

Se supone que los pueblos que se establecieron en el Peloponeso dominaron también el mar Egeo al sucumbir el poderío cretense. Se trataba de gente ruda y guerrera que pronto se dejó influir por la cultura de los vencidos.

Las ciudades que construyeron se diferenciaron de las cretenses porque fueron verdaderas fortalezas amuralladas, construidas con piedras inmensas e irregulares. Nada explica el sistema que emplearon para el manejo y disposición de éstas, de manera que los griegos primitivos magnificaron sus orígenes atribuyéndolas a una raza de gigantes, los: cíclopes, de los que descendía Polifemo.

Micenas, la principal de las poblaciones, era una ciudad fortificada construida sobre un promontorio, a quince kilómetros del mar. En sus murallas se abría la famosa Puerta de los Leones, única entrada al recinto; la parte superior de dicha puerta estaba adornada con un relieve que representa a dos leones con las patas delanteras firmemente apoyadas sobre una columna.

El palacio real, con detalles, distribución y lujo similares a los cretenses, tenía habitaciones profusamente decoradas con láminas de oro.

Los aqueos de Micenas no conocían la bóveda oriental; por eso cubrían los espacios con bóvedas de hiladas horizontales superpuestas.

Las tumbas de este pueblo fueron subterráneas y de forma cónica. Su interior estaba recubierto con planchas de cobre. La más famosa de las tumbas descubiertas es la que el arqueólogo alemán Enrique von Schliemann llamó del Tesoro de Atreo. Los elementos decorativos guardan mucha similitud con los de Creta.