EL ORO, METAL QUE RIGE LA ECONOMÍA DE LOS PAÍSES


Los hombres aman la riqueza; la quieren las naciones que juzgan serán, por ella, respetadas y poderosas. Y tanto en uno como en otro caso, ya se trate del individuo o se considere la nación, el oro es el símbolo, y la medida hasta cierto límite, de la riqueza. Mucho se ha escrito sobre el afán desordenado de oro, y tanto el saber popular expresado en leyendas y apólogos como los tratados de los moralistas muestran la inconsistencia de tales deseos cuando nacen de un afán desmedido.

Midas, rey de Frigia, quería ser poderoso sobremanera. Los dioses atendieron, al parecer, estos deseos y le otorgaron lo que podría estimarse como el don más apetecible: cuanto el rey tocara se convertiría en oro. Con tal regalo de los dioses, Midas se sintió feliz: en un momento, con el solo tacto, la mesa, el trono, la pajarera eran oro macizo. Pero aconteció que llegó la hora de la comida y Midas tomó un manjar para satisfacer el apetito; apenas 'a mano real tocó el gilmente, éste se convirtió en oro imposible de comer. Fueron inútiles todas las tretas para escapar del destino: si la mano no tomaba la comida, e¡ contacto de la boca bastaba para que el sustento se convirtiese en oro. Como es "fácil de prever, lo que había sido un privilegio se convertía en una maldición. Midas, para no perecer de hambre, tuvo que suplicar a los dioses que le retiraran el don concedido.

La leyenda griega del rey de Frigia en una de tantas y enseña que la posesión de la riqueza no basta para la felicidad de los hombres, al par que muestra cómo desde los tiempos más remotos el afán de poseer se ha centrado en el oro.

Sin embargo, en el deseo humano de la riqueza no todo es reprensible. La aspiración constante de la humanidad hacia una vida menos hostil al hombre y hacia un mundo más acomodado con la satisfacción de los reclamos humanos, es algo perfectamente legítimo; el hombre busca, y no ha de avergonzarse de ello, un nivel de vida mejor. Y lo que es verdad en los individuos vale también para las naciones. Ahora bien, el logro de este mundo mejor y más humano depende, entre otras cosas, de la riqueza, y ésta es sinónimo de oro.