Inapreciables ventajas de la telegrafía sin hilos


Casi todos los mensajes telegráficos se envían hoy por medio de teletipos automáticos que imprimen los mensajes en letras del alfabeto común; pero también se usan tres alfabetos telegráficos, modificaciones del primitivo de Morse: el americano, que se emplea en Estados Unidos de América y en el Canadá; el continental, que se usa en las líneas terrestres de Europa, y el internacional, adoptado en las líneas cablegráficas.

Indudablemente, el sistema telegráfico más admirable, y a la vez el más moderno, es el de la telegrafía sin hilos, así llamado porque mediante él pueden enviarse telegramas sin disponer de cables telegráficos.

Después del descubrimiento de las ondas electromagnéticas, hecho por Maxwell y Hertz, no tardó mucho en que éstas fuesen aprovechadas para el utilísimo fin de la telegrafía. Fue el realizador de esta aplicación Guillermo Marconi, en 1897, y desde entonces el perfeccionamiento de la telegrafía inalámbrica corrió parejas con el desarrollo de la radiotelefonía.

Mediante el uso de un aparato llamado transmisor, las ondas eléctricas pueden ser enviadas a través del aire, en forma de impulsos breves de dos tipos, correspondientes a los puntos y las rayas; y poniendo un receptor sintonizado con el transmisor podemos hacer que aquél reciba el despacho, aunque se encuentre a gran distancia. Seguramente todos ustedes han escuchado alguna vez por radiotelefonía, sintonizando onda corta, el peculiar sonido de las transmisiones telegráficas.

Mediante este sistema se puede enviar un telegrama a millares de kilómetros, a través de continentes o de océanos, sin necesidad de utilizar los costosos cables. Como se puede apreciar, es indudable que la radiotelegrafía es uno de los bienes más inapreciables que la ciencia ha brindado a la humanidad.