HISTORIA DE LAS PLANTAS


Nada tan admirable como las plantas y las flores, que brotando por doquier, perfuman con suaves aromas el aire y prestan encanto y belleza o nuestra terrestre morada. No acabaríamos nunca si quisiéramos relatar todas las maravillas que el reino de las plantas encierra: hay plantas tan pequeñitas que no podemos verlas. El viento, los cuadrúpedos y las aves propagan las semillas por la superficie de la tierra de mil modos diversos; y esta acción maravillosa de la Naturaleza, en tan variadas formas, es la que vamos a describir en estas páginas. ¿Puede haber historia más interesante que la de las flores que hermosean nuestros jardines o son el encanto de las frescas y lozanas praderas? Conozcámoslas, pues.

En primer lugar, ¿qué es una planta? He ahí una pregunta difícil de contestar sin emplear algunas palabras raras, aunque en la mayor parte de los casos es fácil distinguir una planta de un animal o de un mineral. Si vemos un rosal, un perro y una piedra, al punto afirmaremos sin vacilar que el rosal es una planta, el perro un animal y la piedra un mineral. Sin embargo otras veces no es fácil establecer esta distinción, puesto que hay plantas en extremo parecidas a algunas piedras a simple vista, otras muy pequeñas, que cualquiera tomará por animalillos moviéndose dentro del agua, y, finalmente, ciertas especies de animales que ofrecen la apariencia de plantas. En otro tiempo se decía que los animales y las plantas se distinguían de las piedras en que los dos primeros estaban dotados de vida, que faltaba a las últimas, y que los animales se diferenciaban de las plantas en que aquellos sentían, y éstas no; pero los naturalistas han comprobado que las plantas tienen sensaciones. Son seres vivos que, a pesar de no tener manos pueden asirse de objetos; algunas hay como la hiedra, que se agarran a los viejos paredones, o se encaraman a los añosos troncos de los árboles hasta alcanzar su copa. Las plantas están desprovistas de ojos y, no obstante, distinguen la luz de las tinieblas; las hay que ofrecen la singularidad de atrapar con pasmosa destreza los incautos insectos que constituyen su alimento. Por fin, están dotadas de respiración y casi todas son verdaderos laboratorios donde se transforman en grasa, azúcar, almidón u otros productos, el aire, el agua y las varias sustancias que extraen del seno de la tierra.

Las plantas reciben distintos nombres según su constitución, tamaño y usos diversos a que se destinan.