EL PELO Y LAS UÑAS


Hay, en casi todas las partes del cuerpo animal, unas células especiales dentro de la piel, las cuales tienen la propiedad de procrear ciertas excrecencias que nos son perfectamente conocidas. Tales son el pelo y las uñas. La piel de los animales produce otras muchas, mas basta a nuestro propósito estudiar aquellas dos, cuyo examen no deja de ser interesante. Son las uñas cosa curiosa por demás, por su analogía con las garras del gato, del tigre y aun con las pezuñas del caballo. En efecto, la pezuña de este animal representa en realidad la uña del dedo medio -o tercero-, de nuestra mano.

Son para muchos animales las uñas de grandísima utilidad, pues de ellas se sirven para asir su presa, trepar, encaramarse por los árboles y defenderse; pero ni las uñas ni otras muchas partes de nuestro cuerpo tienen para nosotros tal importancia, por la sencilla razón de que nuestra inteligencia nos pone al alcance otros medios que reemplazan ventajosamente a las garras y dientes de los animales. Nuestras uñas, a pesar de su debilidad y blandura, tienen una historia ciertamente interesante. Plantadas en la extremidad de los dedos, pueden ser arrancadas del todo sin destruir las células que las producen. Así, tal vez, nos ha sucedido recibir un golpe en una uña y, si la contusión ha sido fuerte, la uña ha tomado un color violáceo, porque algunas venas pequeñas están heridas y sangran ligeramente. Con el tiempo la uña se va desprendiendo, y por último cae:, no tardando en formarse otra nueva que crece paulatinamente. Pero si. la lesión ha alcanzado las células especiales en que nace la uña, éstas no pueden ya producir otras.

Muchas veces habremos notado que aparecen en las uñas unas líneas blancas transversales y tal vez unas pequeñas ranuras. Tales señales suelen manifestarse después de una enfermedad y casi siempre a la misma altura. Significa esto que durante dicha enfermedad la sangre no estaba en perfecto estado de pureza y por esta causa las células que forman las uñas no pudieron hacer su trabajo debidamente y éstas crecieron débiles y exangües; mas, a medida que la sangre se ha fortificado, las líneas blancas siguen el crecimiento de la uña, hasta que llegan a desaparecer completamente.

El pelo es la otra excrecencia de la piel. La parte de pelo que sobresale de la piel está realmente formada de la misma sustancia de que están hechas la epidermis, o piel externa, y las uñas. Varios son los usos del pelo. En el animal, por ejemplo en el gato, sirve para el abrigo del cuerpo; en el hombre es tan escaso que, si exceptuamos el cabello, no tiene tal utilidad protectora.

Casi toda nuestra piel está cubierta de un pelo finísimo, o vello, menos las palmas de las manos, las plantas de los pies y los párpados; y el que más preciosa utilidad nos reporta es indudablemente el que forma las cejas y las pestañas. Ya hemos visto en otra parte de este libro para qué sirven las primeras; en cuanto a las segundas, bástenos decir que tienen un fin parecido y sirven principalmente para resguardar los ojos del polvo, aparte de que contribuyen a su belleza. Los pelillos que nacen en las ventanas de la nariz tienen asimismo la misión de impedir la entrada de impurezas en el conducto nasal. En cuanto al pelo del rostro nadie sabe de un modo positivo cuál es su fin, pues no se le conoce objeto alguno.