La piel es la sede maravillosa del órgano del tacto


Hay todavía otras particularidades importantísimas, dignas de mención, acerca de la piel y de las cuales nada hemos dicho aún. La piel es uno de los grandes órganos del tacto. Habitualmente confundimos las diferentes clases de sensaciones que nos trasmite la piel, como si fuesen todas ellas de una misma cosa; pero no es así. Tenemos ante todo la sensación de la presión o tacto, que es muy diferente de la del dolor o la temperatura.

Si examinamos nuestra piel, especialmente la de las yemas de los dedos de las manos, observaremos en ella unos relieves casi imperceptibles, que sirven poderosamente al sentido del tacto. En ellos terminan ciertos nervios que se extienden en su interior formando lo que se llama células táctiles, las cuales cuanto más numerosas tanto más delicado será el tacto. Por esta razón las yemas de los dedos las poseen en gran número, pues las manos son la parte del cuerpo con que más ejercitamos dicho sentido. La piel de los labios y la punta de la lengua son también ricas en ellas. Una particularidad de la yema del dedo índice es que percibe doble sensación de dos puntas muy próximas, pero siendo la distancia veinte veces mayor, la sensación es sólo una aplicando las dos puntas a la piel del dorso. De la misma suerte la piel de la frente y la de la palma de la mano sentirán el peso más insignificante, en tanto que la de la barba necesita que el peso sea veinte veces mayor para darse cuenta de ese fenómeno de presión.