COMO VEMOS LOS COLORES


El hecho más maravilloso que el ojo ejecuta es, en cierto modo, la distinción de los colores, y este asunto de la visión del color, es también muy importante desde el punto de vista práctico, porque en muchos casos se requiere distinguir un coloide otro, y a veces la vida de muchos hombres puede depender de la seguridad de tal distinción.

Sabemos que la luz es un movimiento ondulatorio del éter. La mejor manera de comprender la luz sería suponer que hay movimientos ondulatorios que cuando inciden en el ojo, originan esa sensación particular que llamamos luz, porque fuera de los ojos que ven, toda la naturaleza está en tinieblas. Ni el ojo ni el éter pueden hacer la luz por sí solos; se requiere el concurso de los dos.

Podemos contar el número de vibraciones del éter que impresionan el ojo en un segundo de tiempo. El número más pequeño, con el cual podemos ver, es, en números redondos, de unos cuatrocientos billones. Cuando nos afectan estas vibraciones, sentimos la impresión del rojo. El número más alto de vibraciones que impresionan el ojo, es el de ochocientos billones, y cuando las recibimos en la retina, se nos presenta el color violeta.

Ahora bien, en la música, una nota que es una octava más alta que otra, ejecuta exactamente doble número de vibraciones por segundo; por consiguiente, podemos decir que el total de vibraciones que podemos ver, corresponde a una octava, puesto que el número de vibraciones del violeta es aproximadamente el doble de! que corresponde al rojo. Debemos recordar ahora que así como hay sonidos más altos y más bajos que las once octavas, poco más o menos, que podemos oír, también hay vibraciones del éter en mayor y menor número que las correspondientes a la octava que nosotros podemos ver.

Sabemos que nuestra distinción de los colores depende de los conos de la retina, y nos inclinamos a creer que en aquellos ojos en los que no haya más que bastoncitos o palos, llamados de Jacob, no podrán distinguirse los colores, como los distinguimos nosotros, y empezamos a comprender la inmensa ventaja de tener un lugar en nuestros ojos, que es el más sensible, y que contiene solamente conos.

De todo esto se sigue que no vemos los colores de los objetos cuya luz cae sobre las partes más lejanas de la retina, en las que no hay conos. También varía la sensibilidad de nuestra vista para apreciar leves diferencias de tono, según las distintas zonas del espectro. En los extremos, como el rojo y el violeta, la diferencia de longitud de onda debe ser grande, para que se note variación de tono, mientras que en el amarillo y el verde se distinguen matices separados por pequeñas diferencias.

Los colores varían de varias maneras. Por ejemplo, en brillantez, como todos sabemos. El brillo de un color depende sencillamente de la extensión con que excita el cerebro. No podemos decir por qué un color afecta al cerebro más que otro, pero es así.

En segundo lugar, vemos que los colores varían en sus matices; y esto depende del número de vibraciones por segundo de las ondas etéreas que causan el color.

Además, los colores varían mucho en lo que se llama pureza o esplendor. Los mejores tipos de ojos son muy perspicaces para apreciar esta cualidad de los colores. Un color puro es el que depende de la luz de un tipo de vibración. La pureza de un color se destruye cuando está mezclado con otros colores, o con luz blanca, que en realidad es lo mismo, porque la luz blanca contiene todos los colores.