LA REPÚBLICA EN BRASIL


Conviene recordar que las ideas republicanas en Brasil se habían ido extendiendo desde principios del siglo xviii. En 1789 animaron el primer movimiento de independencia encabezado por José Joaquín de Silva Xavier (Tiradentes), quien murió en el cadalso después de padecer crueles torturas el 21 de abril de 1792. Sus ideas republicanas resurgieron a través del siglo xix. El movimiento culminó cuando se resolvió abolir definitivamente la esclavitud.

De la misma manera que una simple gota de agua hace rebosar un vaso lleno hasta el borde, así también un hecho insignificante o un incidente de escasísima importancia puede determinar acontecimientos extraordinarios, a cuya preparación habían concurrido ya otros hechos anteriores que han pasado, no obstante, inadvertidos. Lo que generalmente acontece con todos los grandes sacudimientos sociales, de que están llenas las páginas de la historia, ocurrió también con la supresión de la monarquía y la consiguiente proclamación de la república en Brasil. Una cuestión militar, seguida de una sublevación general de las tropas de mar y tierra, fue la causa inmediata de esta transformación política; pero lo cierto es que muchas otras causas anteriores venían desde tiempo atrás preparando su realización; y que el levantamiento del 15 de noviembre de 1889 no fue sino la gota de agua que hizo rebosar el vaso, o, mejor dicho, la chispa que encendió el reguero de pólvora acumulado alrededor del trono imperial, minado en sus más profundos cimientos.

La monarquía o gobierno hereditario y privilegiado de un solo individuo, que necesita únicamente haber nacido príncipe (ser de sangre real) para tener derecho a administrar un país, aunque le haya negado la Naturaleza la inteligencia y todos los atributos necesarios para el desempeño de tan elevada misión, es la forma de gobierno que tuvo Brasil, cuando era colonia de Portugal, y siguió manteniendo aun después de ser proclamada la independencia.

El primer emperador, don Pedro I, además de ser un príncipe nacido fuera del país, no logró conquistar plenamente sus simpatías; por el contrario, desde el primer momento contrarió la voluntad nacional; procuró ejercer el gobierno absoluto y dictatorial; prendió y desterró a ministros y diputados, y no vaciló en perseguir al gran patriota José Bonifacio de Andrada y Silva, a quien, con mucha justicia, respetaban y querían todos los brasileños, por haber sido el héroe principal en la gesta de la independencia.

Finalmente abdicó en favor de su primogénito y partió para Portugal, después de un reinado que duró nueve años.

Sucedióle su hijo, don Pedro II; pero siendo éste muy niño todavía (contaba apenas cinco años de edad), y necesitando tutores, organizáronse sucesivamente diversos gobiernos de regencia compuestos de hombres ilustres que ejercieron el poder en nombre del emperador. Estos gobiernos viéronse muchas veces perturbados por movimientos revolucionarios, entre los que se cuenta el de Río Grande del Sur, conocido con el nombre de Guerra de los Harapos, que fue el más importante de todos y duró cerca de diez años (de 1839 a 1849).