LOS COLORES, LA VISION Y LA LUZ POLARIZADA


Si se nos propone elegir entre una película cinematográfica en blanco y negro, y otra similar, pero en colores, no hay duda que todos nos inclinaremos por la última. Y no es que pensemos que ésta se acerca más a la realidad, sino que los colores nos atraen por la belleza que suscitan. Lo mismo podríamos decir de un cuadro, de una lámina, y hasta del día: es innegable nuestra admiración por un día de sol; ella se debe a la gran variedad de colorido que un día tal nos descubre. Cuando está nublado, por el contrario, no distinguimos tan claramente los matices y todo se presenta a nuestros ojos de manera opaca, grisácea. La luz es la gran responsable de los colores; pero un estudio completo del problema exige también el conocimiento de otros importantes fenómenos.

En efecto, para comprender la cuestión de la visión de los colores, se hace necesaria la participación de tres ramas de la ciencia: la Física, la Fisiología y la Psicología. Corresponde a cada una el estudio de la luz, del ojo, y del psiquismo, respectivamente.

Un prisma de vidrio puede parecer un simple cuerpo geométrico. Sin embargo, después que Newton descubrió que con él es posible descomponer la luz blanca en varios colores distintos, se convirtió en un instrumento muy útil para la Física. Y podemos decir que ahí comenzó el estudio de los colores. Cuando un rayo de luz solar atraviesa un prisma, se descompone en una sucesión de colores, de los cuales pueden distinguirse fácilmente siete: violeta, índigo, azul, verde, amarillo, anaranjado y rojo. Newton, después de descubrir este hecho, probó que. a la inversa, mezclando nuevamente todos estos colores volvía a reproducirse el blanco. ¿Qué significa, entonces, que veamos un cuerpo de un color dado? Sea, por ejemplo, un objeto de color rojo; lo vemos con dicha coloración debido a que únicamente llega hasta nuestros ojos luz roja, reflejada por el cuerpo. Y ¿qué habrá pasado con la luz de los demás colores? Pues que ha sido absorbida por el objeto. De acuerdo con esto un color será tanto más puro cuanto menor sea la presencia de otros colores. En otras palabras, pintar una pared de azul, por ejemplo, significa hacer que la pared absorba todos los colores y refleje el azul.

Las investigaciones de Newton no terminan aquí; también descubrió la existencia de colores primarios: rojo, amarillo y azul, mediante cuya mezcla es posible obtener los demás.

Debió transcurrir mucho tiempo para que las ideas de Newton pudiesen ser criticadas con fundamento. Pero tales críticas llegaron, y nada menos que del notable poeta alemán Juan W. Goethe, quien afirmó que en la visión del color contribuía no sólo la luz sino también la oscuridad. Así, Goethe sostenía que el color debía ser el resultado de una íntima relación entre dos fenómenos opuestos: la luz y la oscuridad.

El próximo paso importante fue dado por el fisiólogo E. Hering, quien se dedicó a la investigación de las sensaciones producidas por el color. Descubrió, en tal sentido, fenómenos que lo condujeron a su teoría de la duplicidad de los colores y con la cual fue posible explicar numerosos hechos. Sin embargo, la teoría tardó mucho tiempo en adquirir importancia considerable.

Las experiencias de Hering son sencillas, todos podemos realizarlas. Supongamos que se observa fijamente un disco, que, por ejemplo, tenga color rojo; si se mantiene la vista durante varios segundos y luego se cierran los ojos, se verá una imagen del disco, pero con un color distinto, en este caso verde. De idéntica manera, si el disco observado es negro, se verá una imagen blanca: y si fuese amarillo, la imagen sería azul.

De esta forma pudo descubrirse el famoso trío de pares de colores: rojo-verde, amarillo-azul, blanco-negro, y Hering supuso que en el proceso de la visión cada par respondía a un mecanismo semejante. Afirmó también que únicamente estos colores podían ser captados directamente por nuestros ojos, los demás en cambio eran el resultado de la combinación, en proporciones variadas, de aquellos.