LA MÚSICA EN EL MUNDO ANTIGUO Y EN LA ALTA EDAD MEDIA


Se suele definir la música diciendo que es el arte de combinar los sonidos, pero es eso y mucho más. Antiguamente los griegos y romanos le dieron un alcance mucho más amplio, pues para ellos no sólo era el arte de conmover por medio de la combinación armónica de los sonidos, sino que incluía también la poesía, la danza y otras manifestaciones del arte en general, lo que se explica si se tiene en cuenta que la vincularon con las Musas, de donde deriva su nombre. Según Homero, autor de La Ilíada y La Odisea, las Musas eran diosas de la memoria, ya que el autor las invoca con frecuencia para que lo ayuden a ordenar sus recuerdos. Para Hesíodo, autor de La Teogonia, son, en cambio, diosas del canto, pues describe las nueve hijas de Zeus y Mnemosina cantando las cosas pasadas, presentes y futuras. De este modo las musas quedaron vinculadas con la religión, y sus primeros sacerdotes fueron poetas que se limitaron a cantar himnos laudatorios conservados por la tradición. El mismo Hesíodo dice que Apolo, hijo de Zeus y Latona, dios de la belleza, la juventud, la poesía y las artes en general, arrancaba a su lira, en medio de las Musas, sonidos encantadores que atravesaban las bóvedas del Olimpo. El dios, que había nacido en Délos y que tenía entre sus atributos la lira y el laurel, fue llamado por tal motivo Apolo Musageta, es decir, el que conduce a las Musas.

Posteriormente Platón afirmó que cuando las Musas nacieron, algunos hombres de entonces fueron presa de una voluptuosidad tan grande, que cantando con ellas se olvidaron de todo y murieron dulcemente, sin dolor. De ellos proceden las cigarras, preferidas de las Musas, que viven sin padecer hambre y que, sin beber ni comer jamás, cantan desde su primer día de vida hasta el de la muerte, en que se dirigen a la morada de los dioses para llevar a las Musas el nombre de sus fieles en la tierra.

Durante mucho tiempo las Musas constituyeron un coro único e indisoluble. Retóricos y filósofos posteriores, no siempre de acuerdo entre sí, dieron a cada una de ellas el patrocinio de una determinada actividad artística o científica. Aún hoy existen dudas entre sus diferentes atribuciones. La más frecuente, admitida al finalizar la Edad Antigua, es arbitraria y a veces está en contradicción con el testimonio de los autores clásicos.

De las nueve Musas, Euterpe, a quien se le atribuye la invención de la doble flauta o aulós, preside el arte musical propiamente dicho, aunque primitivamente formó parte del cortejo del dios Dionisos. Junto a ella, Terpsícore tuvo primero en sus atribuciones los coros de la danza y los dramáticos, pero luego se convirtió en la Musa de la poesía lírica, con la cítara como principal atributo. Clio después de haber tenido a su cargo los himnos y el panegírico de los héroes, llegó a ser la Musa de la Historia, con la trompeta, la clepsidra o reloj de agua y un manuscrito como atributos. Las otras seis hermanas son: Calíope (poesía épica), Melpómene (tragedia), Talía (comedia), Erato (poesía amorosa, geometría o mímica), Polimnia (lírica o elocuencia) y Urania (astronomía).

Tanto Platón como Aristóteles aconsejaron el estudio de la música en su acepción más amplia, y así continuó cultivándose no sólo durante la Edad Antigua, sino también durante la Edad Media y parte del Renacimiento. A medida que aparecieron nuevos instrumentos y sobrevinieron nuevas reformas en la técnica y la doctrina musical, la música fue separándose hasta constituir un arte independiente, tal como lo entendemos en nuestros días.