DESCUBRIMIENTO DEL RÍO DE LA PLATA Y SUS AFLUENTES


Al comenzar el siglo xvi, los descubrimientos españoles avanzaban resueltamente en el norte y centro de América y se extendían al sur del mar Caribe, llegando hasta las costas de Brasil.

Se tenía ya el concepto geográfico definitivo de que las tierras descubiertas no pertenecían al continente asiático buscado por Colón, y que entre Europa y Asia se alzaba la barrera de un Nuevo Mundo y de otro inmenso océano, el Pacífico. Incorporada a la geografía de ese tiempo esta noción fundamental, los españoles se lanzaron a explorar el Nuevo Continente con el propósito de llegar a las islas Molucas, o de la Especiería, a través de algún pasaje navegable, cuya existencia se suponía, o doblando el continente en su extremo austral. Recorrieron, pues, esas flotillas descubridoras las costas atlánticas americanas buscando dicho pasaje, y en tales ocasiones realizaron numerosos descubrimientos. Así, el Río de la Plata fue casualmente descubierto por uno de los pilotos reales de España, que navegaba en demanda de las islas Molucas. Dicho piloto, llamado Juan Díaz de Solís. había salido del puerto de Sanlúcar de Barrameda el 8 de octubre de 1515, con tres pequeñas carabelas, y, a principios de 1516, descubrió el estuario que llamó Mar Dulce, que los indios denominaban Paraná-Guazú; otros lo nombraron río de Solís, y después del viaje de Gaboto quedó consagrado para la geografía con el nombre definitivo de río de la Plata.

En febrero de 1516 navegaba Solís a lo largo de la costa septentrional de dicho río, cuando al llegar frente a una pequeña isla ubicada en la desembocadura del río Uruguay, falleció el despensero de una de las carabelas. En lugar de arrojar el cadáver al agua, como es de rigor, resolvió Solís darle cristiana sepultura en la pintoresca isla que se alzaba ante su vista, y así se hizo. La isla tomó desde entonces el nombre del despensero muerto: Martín García.

Solís avanzó con la carabela más pequeña y desembarcó en la costa oriental, algo más al norte de Martín García, con algunos de los tripulantes, y, mientras estaban ocupados en inspeccionar el sitio, fueron atacados por los indios, quienes les dieron muerte. Solamente se salvó un niño, el grumete Francisco del Puerto, quien quedó prisionero de los indios.

Francisco Torres, que era el segundo jefe de la expedición, al ver el fin desgraciado de sus compañeros, resolvió suspender la exploración de las costas, destinada a encontrar el tan ansiado paso, y regresó inmediatamente a España.