El Big Ben telegrafía la hora a Greenwich dos veces al día


El Big Ben pasa ahora tranquilamente la vida, pero no fue siempre así. La campana del primitivo Big Ben pesaba 16.000 kilos, y se rajó al poco tiempo de ser colocada en su sitio; el martillo era demasiado pesado y sus golpes la destrozaron. En vista del accidente, quitóse la campana rota y a los dos años se colocó otra nueva al famoso Big Ben.

Repitióse el accidente; la nueva campana se resquebrajó, y pasó mucho tiempo sin que se oyese su sonido. Por fin, se la hizo girar de tal modo, que el martillo golpease sobre la parte sana, sustituyóse éste por otro menos pesado, y desde entonces han transcurrido treinta años sin que, al parecer, el Big Ben se resienta de la herida que lleva en el costado. Este reloj, junto con sus campanas, ha costado la friolera de 110.000 pesos oro. En combinación con él, hay un aparato que, dos veces al día, transmite telegráficamente la hora a Greenwich, para comprobar si ésta corresponde exactamente con la que señala el regulador del célebre observatorio astronómico. De este modo, el Big Ben del Parlamento inglés marcha siempre con exactitud.